En la Basílica Santuario de Nuestra Señora de Caacupé, el superior general de los misioneros Oblatos de María Inmaculada, padre Luis Ignacio Roy Alonzo, recordó los 100 años de presencia de la congregación en Paraguay, destacando su labor social en favor de los más vulnerables, el acompañamiento a comunidades marginadas y la promoción de la dignidad humana.
A los pies de la Virgen de Caacupé, el padre Luis Ignacio Roy Alonzo presidió una celebración que no solo rememoró un siglo de historia, sino que puso en primer plano la labor social de los oblatos en el país.
Desde el Chaco hasta comunidades urbanas y rurales, los misioneros han trabajado para fortalecer a familias en situación de pobreza, apoyar a huérfanos, consolar a enfermos y acompañar a quienes han sido históricamente marginados.
“Todos hemos venido a peregrinar a los pies de la Virgen Nuestra Señora de Caacupé”, expresó, recordando que más de 3.300 misioneros oblatos trabajan en 70 países, llevando esperanza y apoyo concreto a los que más lo necesitan.
Las benditas tierras del Paraguay
“Venimos como peregrinos de esperanza para hacer memoria agradecida de la presencia centenaria de los misioneros oblatos de María Inmaculada en estas benditas tierras del Paraguay”, manifestó el superior general.
Resaltó además que la misión de los Oblatos no se limita a la predicación, sino que se traduce en acciones concretas de acompañamiento social y humanitario, buscando transformar la vida de quienes enfrentan situaciones de vulnerabilidad.
“Han ayudado a los más pobres a descubrir su dignidad y a cambiar la tristeza en alegría, consolando a los más abatidos”, relató.
En consonancia con el salmo de la celebración, subrayó que la labor social de los misioneros refleja la misericordia de Dios: “Hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, libera a los cautivos, abre los ojos de los ciegos y protege a los más vulnerables”.
“¿No es este el sueño de nuestro fundador san Eugenio de Mazenod? ¿No es este el sueño para nosotros, sus misioneros de los pobres?”, preguntó, destacando que cada acción social es un paso concreto para vivir ese ideal.
Un pedido de perdón a comunidades vulnerables
El padre Roy Alonzo también reconoció que la labor misionera no siempre ha sido perfecta y pidió perdón por errores cometidos en el acompañamiento de comunidades vulnerables.
“No siempre hemos respondido con nuestras vidas a la maravillosa vocación que Dios nos ha dado”, expresó.
“Sentimos con dolor que hemos podido hacer daño, sobre todo a los más débiles y vulnerables, y con la Virgen nos atrevemos a pedir humildemente perdón”, agregó.
El mensaje del centenario, explicó, debe ser un llamado a redoblar esfuerzos en la acción social y comunitaria, con iniciativas que busquen la justicia, la solidaridad y la dignidad de todos.
“Esta mirada agradecida es un ejercicio de esperanza”, señaló, recordando que la congregación seguirá trabajando para acompañar a quienes más lo necesitan.
Inspirado en la vida de Juan el Bautista, el superior general enfatizó la importancia de la humildad y el servicio cercano: “Juan el Bautista dedicó toda su vida a mostrar dónde estaba Jesús… se hizo pequeño para mostrar la grandeza del Señor”. Así, los Oblatos se comprometen a seguir siendo puentes de apoyo y contención en las comunidades más necesitadas.
Finalmente, elevó una oración a la Virgen de Caacupé, pidiendo que los misioneros continúen siendo instrumentos de misericordia y acompañamiento social, y que sus comunidades sean verdaderos hogares de caridad y protección para los más vulnerables.
“Ayúdanos a ser pequeños y humildes como tú, para seguir siendo una caricia de la misericordia de Dios para los más pobres”, concluyó.