16 abr. 2024

Los mejores deben dirigir al país

Jaime Egüez, presidente del Club de Ejecutivos.

Hemos sido bombardeados mediáticamente las últimas semanas para elegir a uno u otro. Pero asistimos también a denuncias sobre algunos candidatos que estarían presuntamente involucrados en algún hecho de corrupción, en especial para ser escrachado de nuestra lista de opciones. Dentro de este panorama y cumpliendo con nuestro deber, muchos de nosotros fuimos a votar el domingo.

Después de todo, ¿cuántos de nosotros votaríamos a un “corrupto”? Y pongo entre comillas esta palabra, porque básicamente ilustra la falta de capacidad de administrar dinero público en forma que nadie pueda objetar que no solo se cumplieron los procesos debidos, sino que las decisiones también fueron las que permitieron el mejor uso del dinero público sin beneficiar a un tercero o al mismo afectado. Pero además hemos visto que se requiere mostrar capacidad de “gestión eficaz” en la administración pública. El combo para un candidato debe tener ambas aristas. No alcanza solo una, son ambas.

Ahora permítanme guiarlos hacia un análisis referente a cómo generar un proceso paulatino de mejora de los candidatos. Pues tendremos en estos dos años que vienen responsabilidades aún mayores. Ello, ya que en el siguiente año entraremos en las internas para el 2023 y luego en las elecciones generales en ese año. El acceso al poder, como lo he escuchado de muchos de los candidatos de manera muy aspiracional, ilustra un deseo de servicio a la comunidad. Un deseo de tener a la ley como marco censor y al ciudadano como fiscalizador de este servicio.

Pero este es el discurso políticamente correcto que está lejos, en la mayoría de los casos, de lo que ocurre en la realidad con nuestros representantes. Entonces, ¿qué tendríamos que hacer para mejorar la oferta de candidatos?, porque postularse para ser un candidato a un cargo político hoy en día es esencialmente un acto de valentía o de gran negligencia. En especial, por lo que se conoce como arena política que tiene sus propias reglas.

El marco necesario es el tener la cancha de la arena política más delimitada, tener postulantes y luego actores elegidos que posean un marco de acción mucho más estricto y mucho más transparente para sus decisiones. La verdad es que hoy en día para muchos cargos, los elegidos piensan que sus cargos le han otorgado la entrada al “Olimpo”. Esta percepción de semidioses, que es alentada por los estatus de “protección de la investidura”, permite que la mayoría -con honrosas excepciones- nos demuestre que la ley es para los mortales y no para ellos, puesto que se consideran “inmortales”. Por lo que intentarán nunca ser echados del mundillo de los “inmortales”.

Por tanto, lo primero que debemos proponer para cambiar es: ¡Dejemos de mentirnos más en nuestra sociedad! Tenemos ciudadanos de primera y de segunda. Y esto está mal desde cualquier óptica que lo apreciemos.

¿Queremos cambios? ¿Queremos mejores autoridades? La condición sin excepción para los que se postulan para ejercen poder es su nivel de acatamiento a la ley, su capacidad de respeto y trabajo con la comunidad a través de sus actos que deben tener cero tolerancia a las áreas grises. Esto es Confianza. Razón por la cual un error, por pequeño que sea, debe implicar el fin de una carrera política. Y aquí dejo una idea fuerza. El político que accede a cargos de poder debe representar lo mejor de nuestra sociedad, no es al revés. Debe tener como primer mandamiento el ser totalmente transparente en todo lo que gestiona.

Luego de las elecciones hemos visto que ingresaron nuevas figuras gracias a las listas abiertas muchas a través de los partidos políticos constituidos. Exijamos transparencia en sus gestiones.

Sea del color que sea, sea del número que fuere, debemos exigir políticos de carrera, políticos con historias intachables de servicio y de trabajo ciudadano con la carta de la integridad y transparencia como su indumentaria básica. Para el 2023 que lleguen los mejores.

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