23 abr. 2024

Locura y descontrol

Brigitte Colmán – @lakolman

Los pobladores de Asunción, Central y Alto Paraná estamos aplazados y como castigo , no pasamos a la fase 4 de la cuarentena inteligente.

Esto significa que no tenemos eventos culturales hasta con 20 personas, y que para las misas no se pudo aumentar a 50 la cantidad de feligreses en las iglesias.

La vida en general sigue igual. Lo que debiera haber sido una nueva normalidad con cuidados conscientes, distanciamiento físico, uso de tapabocas y lavarse muy frecuentemente las manos, se convirtió en cualquier cosa. Lamentablemente, el descuido respecto a las normas de higiene es lo normal en estos días. Como se vio durante el fin de semana, gente de todas partes paseando por Asunción, por Areguá y San Bernardino, sin acatar el debido distanciamiento físico y sin usar tapabocas en espacios de gran concentración de personas.

Tampoco en otros aspectos la vida cambió. Sigue habiendo muchos accidentes de tránsito, ya sea por imprudencia, por no respetar la luz del semáforo en rojo o por culpa de conductores borrachos.

Nos dicen que no es posible realizar reuniones sociales, pero todos sabemos que eso de que solo se junten 10 personas, y que todas sean contactos del núcleo familiar, es un cuento, y además nadie controla.

Al mismo tiempo, el país defiende con uñas y dientes su antigua normalidad: Sigue siendo un país inseguro. Se escuchan reportes frecuentes de robos y asaltos, además de la vieja normalidad de la especulación en la compra de insumos para el Estado. Todo normal.

Si alguna vez pensamos que esto del Covid-19 no nos iba a impactar muy fuerte, y que de alguna manera podríamos salir más o menos indemnes de la pandemia, pues ya va siendo hora de convencernos de que esto no va a ser así.

Justamente cuando se ven signos de gran relajamiento, por todas partes, con partidos de piki vóley con el acostumbrado consumo de bebidas alcohólicas; fiestas multitudinarias y rondas de tereré donde nadie se cuida, viene el infectólogo Tomás Mateo Balmelli a decirnos que Paraguay está atravesando un momento importante en el brote epidémico, y que los cuatro meses anteriores fueron para esperar este momento.

El experto señala que para no llegar a un impacto severo se requiere en un 80% del comportamiento y conciencia de la población. Lo cual se puede traducir más o menos así: Estamos en el horno, que venga nomás ya el meteorito...

Porque es un hecho que la gente no se cuida. Pero cuando se desata la locura y el descontrol tampoco es culpa de la gente. Estamos como estamos por culpa de nuestro villano favorito: El Gobierno.

Fíjense que no hicieron una sola campaña mediática, una campaña educativa masiva. Con todos los millones con los que nos endeudaron a varias generaciones no fueron capaces de llegar a la población con las recomendaciones de cuidado.

Si no fuera por los medios de comunicación, nadie escucharía cada día y a cada hora que hay que lavarse las manos, usar tapabocas y mantener las distancias.

A fines de junio nos decían que, ante el relajamiento de las medidas sanitarias por parte de la población, el pico de muertes podría adelantarse; y que si no se toma en serio al Covid-19, se vendrían días difíciles, con un cálculo de cerca de 300 muertos para octubre.

El discurso oficial puso el acento desde el primer momento en las buenas prácticas de la ciudadanía, pero asumieron que esas buenas prácticas se iban a dar por generación espontánea. De la nada todos nos íbamos a convencer de usar tapabocas y adquirir la costumbre de lavarnos las manos. Se olvidaron o no quisieron hacer un mínimo esfuerzo y gastar un poco de plata en campañas mediáticas inteligentes para llegar a los paraguayos, y evitar así la catástrofe.

Y ahora que parecen haber tirado la toalla, solo nos resta pedirle a la Virgen de Caacupé que al menos ella no nos abandone.

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