27 ago. 2025

Las tragedias y nuestras reacciones

Por Juan Luis Ferreira, past president de la ADEC

En nuestro uso cotidiano una tragedia es una pérdida sensible e importante —y generalmente imprevista— y muchas veces, evitable. Es una situación dolorosa de extrema manifestación de nuestras emociones que suele incluir dudas, iras y reclamos a Dios. Es frecuente que uno sienta que no puede decir ni hacer nada útil.

El 16 de julio de 1947, el Annamaria zarpó de Albenga (cerca de Génova, Italia) llevando a bordo 84 niños y adolescentes, en su mayoría, huérfanos de la guerra de Milán. El barco se topó con un poste conectado a tuberías de alcantarillado y naufragó a unos 100 metros de la costa. Cuarenta y tres niños se ahogaron en el mar y otro murió en el hospital.

Un periodista llamado Giovanni Gigliozzi cubrió la tragedia y quedó golpeado por el sinsentido del hecho ocurrido, y unos días después se dirigió a San Giovanni Rotondo (Italia), y le preguntó al padre Pío —de quien era hijo espiritual— cómo Dios podría permitir que tal cosa suceda. “Te hará bien escuchar”, le respondió el padre Pío. Luego contó una historia sobre una madre bordando.

“Imagina a una madre bordando. Su hijo está sentado ante ella en un pequeño taburete vigilando su trabajo. Pero él ve todo al revés. Solo ve los nudos feos y los hilos confusos, por lo que dice: ‘Madre, ¿qué estás haciendo? ¿Por qué su trabajo es tan poco claro?’”.

“Luego su madre baja el marco y le muestra a su hijo el otro lado de su trabajo, el lado hermoso. Cada color está en su lugar, y la totalidad de los hilos está compuesta de forma ordenada y armoniosa”.

Aquí abajo solo vemos el reverso del bordado. Somos como el hijo sentado en el taburete bajo.

Debemos orar y pedir para tener esta comprensión de la enseñanza bíblica sobre la esencia de “Dios es amor” (1 Juan 4:16), que incluye la conexión con el misterio del dolor y la muerte. Desde luego es un enorme desafío y casi nadie quiere ser probado, aunque recemos en el Padrenuestro “hágase tu voluntad”. Los grandes santos —como el padre Pío— oraron para asociarse al sufriente y al sacrificio demostrando a Dios su propio amor para que Él pudiera vivir en ellos.

En nuestra vida diaria con acciones y actitudes, desde la empresa o desde donde sea, debemos buscar acercarnos a esa santidad.

Que el Espíritu Santo nos anime a rezar siempre, nos ilumine para ayudar a reparar y servir a Dios para fortalecer a otros y sanar su dolor.

Fuentes:

Bret Thoman, OFS, en aleteia.org; libro La pandemia del padre Pío.