16 feb. 2025

Las internas coloradas y la locura de la Navidad

Gustavo A. Olmedo B. – golmedo@uhora.com.py

Son muchos los análisis que circulan con relación a los motivos que llevaron a la derrota al candidato del oficialismo, Santiago Peña, frente a Mario Abdo Benítez. Algunos interesantes para la reflexión, otros, repeticiones de discursos o expresiones de rabia.

Peña fue derrotado, entre otros factores, por la lógica colorada. Aquella que prefiere a una figura “bien política” o que se muestre como tal, en vez de un técnico queriendo incursionar en este campo, menos aún si posee un pasado liberal. Santi fue vencido por los miles de funcionarios públicos que perdieron beneficios con este gobierno y que fueron obligados a acompañarlo; y esto tiene su peso. Además, puede interpretarse como una peligrosa moraleja: si querés ganar en la ANR no toques a este sector. Es cuestión casi natural. Pasa en cualquier país. Claro que en política no se habla de recuperar privilegios sino de devolverles “la dignidad”, sin negar que también existe esta necesidad.

El ex ministro de Hacienda fue víctima de su falta de consistencia y personalidad; le faltaron identidad y arraigo popular. No pudo zafarse de una imagen de flojo y títere del titular del Ejecutivo, a quien muchos lo ven como un empresario aprovechador del partido. En tanto, las expresiones de soberbia de Cartes y su entorno aportaron lo suyo; de ahí el “baño de humildad” del que se habla. Y habría que sumar la obvia influencia de los medios de comunicación.

Pero, qué tiene que ver esto con la Navidad, a propósito del título de este comentario. Y es que, aunque parezca inapropiado, aquel acontecimiento, si fue real hace más de 2.000 años –como lo afirman los cristianos– sigue siendo un hecho concreto y actual, con la pretensión de “salpicar” todo. Un personaje que se presenta como la esperanza plena, aquella que motivó la votación y militancia de muchos en estas internas; y que, además, reclama el pensamiento íntimo, de políticos y afiliados, invitando a hacer cuentas con la verdad y la justicia.

El acontecimiento de un Dios que se hace persona introduce en la historia una mirada nueva hacia el amigo y el enemigo, una concepción distinta de la realidad, convirtiéndola en medio de realización; desde aquella más banal, como la emisión de un voto o el cambio de un pañal, hasta la más sublime, como salvar una vida o acompañar el último suspiro de un ser querido. Es la pretensión de transformar en positiva la realidad, hasta la dolorosa. Una provocación para cualquiera.

El niño de Belén recuerda que la vida tiene un propósito, que la alegría es posible, que la política está llamada a convertirse en servicio, y que de nada sirve ganar el mundo entero si uno se pierde a sí mismo. Una locura, y, también –hay que reconocerlo– una envidiable experiencia de muchos. ¡Feliz Navidad!