Impacientes, como si se terminaría el agua, que ahora llega a través del grifo, una interminable fila de peregrinos aguardaba su turno para acceder hasta el vital líquido.
Con el chorro de agua varios de los concurrentes se friccionaban la frente, la rodilla, las piernas o donde tenían lesiones.
Ayer, día de mayor aglomeración, los servidores organizaron el acceso a través de una cadena humana. No faltaron quienes querían entrar de contramano para llevar su agua bendita sin la necesidad de desarrollar la paciencia a través de la formación de una larga fila en medio de empujones, sin embargo, no pasaron desapercibidos y tuvieron que ir donde inicia la cola.
Los comerciantes del entorno estaban expectantes por vender las botellas azules, con la forma de la Virgen, a precios que van desde G. 5.000. Algunos feligreses precavidos, sin embargo, ya llevaron sus propios recipientes.