Augusto Roa Bastos, quien admiraba a Rafael Barrett por el estilo punzante de su pluma, dijo de él que fue “un rebelde visionario” y “abierto al futuro en una obra en la que no hay nada que adivinar y sí todo por aprender”. Otro escritor lúcido, el uruguayo José Enrique Rodó, escribió en una carta abierta: “Su crítica es implacable y certera; su escepticismo es eficaz, llega a lo hondo; y, sin embargo, la lectura de esas páginas de negación y de ironías hace bien, conforta, ennoblece”. A estos dos autores los elegí porque uno lo rescata del pasado como autor del futuro, y el otro habla como lector de aquellos días en que los artículos de Barrett se publicaban en el diario La Razón, de Uruguay. Luego esos artículos fueron reunidos en libros que han marcado a un buen número de lectores, como Moralidades actuales o El terror argentino, publicados en 1910. Es decir, este año coinciden, además del centenario de la muerte de este escritor español, los de estas dos ediciones.
Sin embargo, pese a que muchos intelectuales reconocen la escritura formidable de este escritor, han pasado grandes periodos de silencio y olvido. Las reediciones de sus libros han despertado interés, pero se vuelven a impregnar del concepto de que ya pertenecen al pasado. Como un artículo escrito ayer, las palabras y reflexiones de Barrett surgen nuevamente cada vez que se abre un libro suyo y el lector, cualquiera sea su postura idealista, reconoce la lucidez que desgrana en frases simples, fácilmente entendibles como contundentes.
La lectura de las obras de Rafael Barrett y el resurgir de los debates en torno a su figura y sus ideas, deberían ser una convocatoria sostenida por parte de foros universitarios e intelectuales. Hay todo un año por delante hasta llegar a la fecha propia de la recordación de su muerte, acaecida un 17 de diciembre de 1910, cuando solo contaba con 34 años.
Siempre es mejor, cuando alguien quiere que los lectores se interesen por un autor, dejar que él mismo se presente, que se dé a conocer en sus escritos. Uno de ellos es el que habla de “El odio a los árboles”. En él critica a quienes, ya por entonces, al construir una vivienda destruían los árboles que la rodeaban para que se luzca mejor. Su reacción es ésta, textual: “No hay sitio de la República, de los que he recorrido, en que no haya visto funcionar el hacha estúpida del propietario. Hasta los que nada tienen, destruyen las plantas. Alrededor de los ranchos se extiende un árido yermo cada año mayor, que da miedo y tristeza”. Escrito en 1909, parece que lo hubiera hecho hoy, en que muchos defensores del medio ambiente están luchando contra la deforestación.
Rafael Barrett, cuyo nombre completo era Rafael Ángel Jorge Julián Barrett y Álvarez de Toledo, nació en Torrelavega, España, un 7 de enero de 1876. Su muerte, acaecida por una tuberculosis, ocurrió en Arcachón, Francia, un 17 de diciembre de 1910. Fue un escritor español - narrador, ensayista y periodista- que desarrolló parte de su producción literaria en Paraguay, Argentina y Uruguay. Dos de sus obras se centran especialmente en temáticas locales: Lo que son los yerbales y El dolor paraguayo. Pero su producción abarca artículos de interés general o filosóficos, en Moralidades actuales, o literarios, en Cuentos breves. Otros libros de su autoría, publicados póstumamente, son: Al margen, Ideas y críticas o Mirando vivir, entre otros. Las reediciones son numerosas. La más importante es su obra completa, publicada en 1932, en Buenos Aires; y en Paraguay, en 1988, editada por Rafael Peroni.
Todo este año el genio literario y la figura idealista del autor de El dolor paraguayo se recordarán, con motivo de un siglo de su muerte.
César González Páez
Periodista
cesarpaez@uhora.com.py
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