23 abr. 2024

La risa de los desposeídos

Marta García – @marthegarza

“Mi madre siempre me dice que sonría y ponga cara de felicidad”. Con esta frase, nos invitaban a estar expectantes a la salida de la que sería una de las películas más polémicas y comentadas del año: Joker o Guasón. Los cinéfilos nos ilusionábamos con explorar la historia de origen del archienemigo de Batman (que sigue siendo ambigua aun después de esta última entrega) y de conocer un poco más de la decadencia de Gotham City o Ciudad Gótica.

El resultado fue una lluvia de críticas muy positivas, el León de Oro en el festival de cine de Venecia y la –para muchos– ineludible nominación de Joaquin Phoenix a los premios Oscar. La cita tampoco escapó a opiniones negativas por su violencia y crudeza (tiene clasificación PG-13), pero el elemento que seguramente más golpea es el dolor, la decepción, la desesperanza y el abandono que rodea al surgimiento de uno de los villanos más famosos del mundo de los cómics.

Aparte de la interesante construcción de un personaje que debe lidiar con problemas de salud mental y el constante rechazo de un ambiente no propicio precisamente para reír, Joker nos introduce a una sociedad sumida en el caos generado por la siempre descarada e insoportable desigualdad económica. Esa inmensa y tan visible brecha entre ricos y pobres se convierte en un ingrediente más del cóctel que lleva a nuestro Guasón a posicionarse como un símbolo del hartazgo al que llegan aquellos que constantemente han sido pisoteados, humillados y postergados.

Las escenas de esta magistral película, que ya definitivamente ingresa a la lista de mis favoritas, traspasan fácilmente las pantallas y se encarnan en acontecimientos que explotan en nuestras caras: las protestas de los pueblos indígenas en la región.

En estos últimos días, fuimos testigos de las intensas manifestaciones que se apoderaron de las calles de Ecuador, que tuvieron como principales protagonistas a los pueblos originarios que llegaron hasta la capital, Quito, en rechazo de los ajustes económicos impuestos por el presidente de la República, Lenín Moreno, como parte del acuerdo al que arribó con el Fondo Monetario Internacional (FMI). (https://www.ultimahora.com/por-rebrote-la-violencia-ecuador-moreno-pide-dialogo-n2848866.html). El fin de los subsidios y el consecuente incremento del precio de los combustibles fue la mecha que encendió el incendio social, que produjo el traslado de la sede del Poder Ejecutivo a la ciudad portuaria de Guayaquil, la suspensión de actividades académicas, el toque de queda y militarización de las calles de Quito, mientras que en las redes sociales ya se habla de desabastecimiento de productos básicos de subsistencia.

En el plano local, vivimos el pasado viernes 11 largas horas de bloqueo del Puente Remanso, por parte de pueblos indígenas de la comunidad chaqueña de Río Verde, que exigían la destitución de la entonces titular del Instituto Paraguayo del Indígena (Indi), Ana María Allén. La jornada demostró una vez más la ineptitud del Gobierno a la hora de atender asuntos sociales y responder a las demandas de la población. (Más detalles en https://www.ultimahora.com/por-lentitud-resolver-conflicto-se-cerro-puente-remanso-varias-horas-n2848870.html).

Si bien hay una distancia física de 3.207 kilómetros, Paraguay y Ecuador están muy cercanos en índices de pobreza (24,2% y 23,2% respectivamente, al año 2018) y extrema pobreza (4,8% y 8,4%). También comparten los ánimos de un pueblo indígena cansado de tantos años de desplazamiento e histórica explotación que, al darse cuenta de que ya no tiene nada que perder, acude a medidas y comportamientos extremos. Los gobiernos torpemente intentan minimizar y evadir los reclamos; con su indiferencia, solo logran exacerbar más la rabia y la radicalización.

Siempre coincidí con la línea que ubica al cine más del lado de la filosofía que del arte y el espectáculo. El Guasón del director Todd Phillips nos conduce justamente a adentrarnos en la locura de Arthur Fleck y reflexionar sobre las consecuencias de la desidia y la irresponsabilidad de quienes ostentan los espacios de poder. Los problemas sociales son reales, los tocamos todos los días con ambas manos, y ya no pueden seguir limitados únicamente al estudio de costosas consultorías. Necesitamos respuestas de verdad, para poder reír de verdad.

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