Probablemente, el impacto del conflicto político haya debilitado aún más el marco institucional que requiere la economía para funcionar mejor, lo que perjudicó las expectativas de los agentes económicos y profundizó la retracción de algunos sectores.
Otros sectores siempre tuvieron un comportamiento volátil. La agricultura y ganadería tuvieron crisis derivadas de factores climáticos y del comercio exterior que muestran que la caída actual no es la primera en las últimas dos décadas. En por lo menos 9 de los 20 años la agricultura o la ganadería han visto crecimiento negativo en su sector durante más de un trimestre consecutivo.
Este desempeño altamente inestable ha sido analizado en múltiples eventos, informes académicos y de organismos internacionales y reportes institucionales. En 2013, el Banco Mundial publicó un documento sobre el tema con un profundo análisis sobre las causas y con llamadas de alerta.
A pesar de ello, las políticas públicas y sus sistemas de incentivos mantuvieron el modelo aun con el conocimiento de que esos determinantes empeorarían. El clima, acentuado por el calentamiento global, y la ralentización económica de los principales países compradores de los bienes que produce Paraguay no constituyen fenómenos nuevos.
El país sigue fortaleciendo con sus medidas a las ramas que no solamente son la fuente de volatilidad, sino también de una alta dependencia de escasos productos y mercados, y, por si fuera poco, mínimo impacto en el empleo y en los ingresos tributarios, frente a los costos que generan en términos de deforestación, contaminación y conflictos sociales.
El sector industrial está desprovisto de intervenciones que le permitan aumentar su producción y su productividad. En algunos casos, incluso, cuenta con capacidad instalada ociosa, pero sin créditos ni capital humano acorde con sus necesidades. Si bien existe banca pública e instituciones con competencia para formar en alianza con el sector privado a los trabajadores, sus intervenciones son de bajo alcance y calidad.
La agricultura familiar pasa por una situación similar. A pesar de su relevancia en la reducción de la pobreza, la generación de ingresos en el sector rural, en la producción de alimentos para el consumo familiar y en la contención de la inflación, especialmente en el sector asalariado, recibe una pésima atención de las instituciones con competencias y recursos dirigidos al sector.
Las pequeñas y medianas empresas, de gran potencial por la cantidad de mano de obra que ocupan, no cuentan con políticas que mejoren sus estándares de producción y contribuyan a la formalización del empleo.
El Gobierno presentó un plan de contingencia para enfrentar esta situación, pero si sus medidas vuelven a beneficiar a unos pocos y a mantener las condiciones estructurales de la economía paraguaya, lo único que va a lograr es mitigar por unos meses el problema, aumentando el endeudamiento. A este Gobierno todavía le quedan cuatro años de gestión. Es el momento de cambiar las cosas o deberá sobrellevar una crisis económica y social permanente hasta culminar su periodo.