Ayer no perdió Peña, sino Cartes, quien por segunda vez fue golpeado por la disidencia colorada, que ya le había cortado el sueño de la reelección.
Ayer también perdió la soberbia.
Perdió el dinero.
Perdió la estructura.
“Termino esta jornada de pie... Hace unos minutos le llamé a Mario Abdo a felicitarle por esta victoria”. Con esa frase, Santiago Peña reconoció anoche la derrota en forma tempranera y con ello dio punto final a una épica interna donde la figura principal era el presidente Horacio Cartes.
Perdió la coerción.
Perdió el sometimiento.
Una vez más los colorados, en una magnífica jornada cívica, salieron a modificar el tablero de forma sorprendente. El caballo del comisario, una vez más, perdió en la ANR, como ya lo demostraron Luis María Argaña (1992) y Lino Oviedo (1997), en similares circunstancias. Ahora se suma Mario Abdo Benítez a esta galería.
El peor error de Cartes fue la imposición de un candidato demasiado exótico para la ANR. Y como afirma un viejo encuestador: “colorado no vota liberal”, la lógica tradicional partidaria se impuso una vez más. La muestra está en el voto cruzado. Peña hizo todo lo que pudo. Como joven técnico, agradable, accesible, conquistó también a los colorados y no colorados, pero fue insuficiente. Su falta de autonomía le jugó una mala pasada. Los colorados respetan la autoridad y él no era más que la voluntad del presidente. Además, del conservadurismo del partido, que sigue siendo mayoría.
Cartes, embebido en su soberbia y en su afán de asumir todos los poderes, de convertirse en el “tercer reconstructor de la patria” como le cantaban al oído los zalameros, sometió a instituciones y personas gracias a su poderosa billetera. Por ello, él es su peor enemigo. Pues ayer ha sido derrotado por sus propios demonios.
Perdió su hegemonía porque en la ANR le cortaron las alas, así también en el PLRA, donde Efraín Alegre aplastó a Carlos Mateo, el delfín de Blas Llano y su mejor colaborador en el Senado. Sin embargo, hay que decir que no perdió todo su poder. Es presidente hasta agosto y será senador nacional, aunque muchos dudan que ahora quiera ejercerlo.
Apenas finalicen los conteos y se proclame a los candidatos, se vendrá la reconfiguración interna en la ANR. Anoche, tanto Santiago Peña como Mario Abdo hablaron claro, con prudencia y mesura. Y eso habla bien de los dos. El ex ministro de Hacienda volverá tal vez a la burocracia luego de esta aventura electrizante e inolvidable que le regaló el presidente y que le hizo soñar con sentarse en el Palacio de los López.
Ahora es tiempo de Mario Abdo, cuyo peso del apellido tiene demasiado pasado. Está por verse qué hará y sobre todo cuánto resignará en pos del “abrazo republicano”, que anoche ya empezaron a conjugar vencedores y vencidos.
Quedan muchos puntos por analizar. La configuración del Senado, de diputados, de gobernadores, de nuevos jefes regionales, de caídas y ascensos y de las razones de esta rebelión popular.
Mientras tanto, resuena en el aire el nombre del nuevo mariscal de la derrota.