Por Gustavo A. Olmedo B.
Es triste observar cómo organizaciones en cuyos orígenes se destaca la preocupación por los derechos humanos, como es el caso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sean ahora las que proponen e instan a los países miembros a aplicar la pena de muerte a niños por nacer.
Violando el más básico de los derechos del ser humano, y aplicando una lógica discriminativa, en donde terceras personas deciden quiénes no merecen beneficiarse con el derecho de vivir, el Comité de Derechos Humanos de la ONU pidió a Paraguay modificar su legislación sobre el aborto e incluir excepciones a la prohibición de eliminar la vida del niño en el vientre materno. Algo sin sentido y lleno de contradicciones: un comité que defiende y promueve derechos, insta a una nación a violar el más elemental y esencial de ellos.
Pero no solo eso. En este caso, también le pide que viole su Constitución Nacional, su máxima legislación, en donde está claramente establecido este valor inapreciable, señalando: “Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción”.
Y uno se pregunta: ¿Con qué criterios los expertos de las Naciones Unidas marginan de los derechos humanos a estos humanos pequeños e indefensos? ¿Qué derecho tiene esta organización a solicitar que se practique un acto de este tipo contra paraguayos y paraguayas?
Como señalan los juristas que cuestionan estas prácticas criminales y perversas, la tutela del bien fundamental de la vi- da humana y del derecho a vivir es la base de la seguridad jurídica y de la justa conviven- cia en una sociedad. Además, recuerdan que el derecho a la vida no es una concesión del Estado, es un derecho anterior al Estado mismo, y este tiene la obligación de tutelarlo.
Es muy cuestionable que Naciones Unidas realice este tipo de “sugerencias”, las que terminan siendo una presión para los países miembros; incluso, es sabido que, directa o indirectamente, esta organización condiciona la ejecución de proyectos con la aplicación o flexibilización de legislaciones a favor de la eliminación de bebés en el seno de la madre, y de programas de salud sexual y reproductiva que promueven estas prácticas. Se estima que más de 1.700 millones de niños y niñas han sido asesinados por medio del aborto en los últimos 40 años, según el informe de la Human Life International; un verdadero holocausto silencioso.
Como me decía un amigo de una entidad provida, es necesario entender que Paraguay es libre, y que no debemos dejarnos presionar por organismos internacionales para acceder a sus presiones e intereses ideológicos y económicos. Una posición válida no solo en defensa de nuestra soberanía, sino también de la racionalidad cuando se habla en nombre de los DD. HH.