17 may. 2025

La OMS advierte que la diabetes ya no es una enfermedad de países ricos

La diabetes ha dejado de ser una enfermedad de los países ricos para afectar a toda la población mundial por igual, según ha alertado la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya que de los 422 millones de personas que padecían la enfermedad en 2014, la mayoría vivía en países en desarrollo.

Una enfermera muestra cual es el menú más saludable para la dieta de un diabético. EFE/Archivo

Una enfermera muestra cual es el menú más saludable para la dieta de un diabético. EFE/Archivo

EFE

“La diabetes ya no es una enfermedad de los ricos. Mientras que en los años 80 las tasas más altas se encontraban en los países desarrollados, hoy en día se dan en los países en desarrollo, y es precisamente ahí donde el incremento se ha agudizado”, explicó el director del departamento de gestión de enfermedades no contagiosas de la OMS, Etienne Krug.

Concretamente, la escalada de la enfermedad ha provocado que desde 1980 hasta 2014 los casos se hayan cuadruplicado hasta esos 422 millones.

Según los últimos datos disponibles de la agencia sanitaria de la ONU, en 2012 los altos niveles de glucosa en sangre fueron responsables de 3,7 millones de muertes en el mundo, de las que 1,5 millones fueron directamente causadas por la diabetes.

Asimismo, de los 3,7 millones de fallecidos, un 43 % tenía menos de 70 años, lo que sitúa a la diabetes entre una de las principales causas de muerte prematura.

Por esta razón, la OMS ha decidido lanzar el primer informe global sobre la diabetes y dedicar el Día Mundial de la Salud -que se celebra mañana 7 de abril- a esta enfermedad para concienciar a la población.

En cuanto a la prevalencia de la diabetes, entre 1980 y 2014 ha pasado del 4,7 % hasta el 8,5 %, un período en el que los casos aumentaron o no disminuyeron en todos los países del mundo.

Con respecto a las cifras, en ese mismo periodo el número de enfermos dobló, siendo el sudeste asiático y el oeste del Pacífico donde se concentra un mayor número de diabéticos, 227 millones, más de la mitad del total mundial (422 millones).

Es precisamente en los países en desarrollo en los que las tasas de mortalidad en adultos de entre 20 y 69 años por causas asociadas a altos niveles de azúcar son más altas, especialmente en los hombres.

Por regiones, la OMS destaca la incidencia de la mortalidad en adultos en África, en el este del Mediterráneo y en el sudeste asiático, y asimismo, señala el oeste del Pacífico como la zona en la que más han aumentado los decesos entre los años 2000 y 2012 (de 490.000 fallecimientos a 944.000).

“Se ha roto la relación entre la región o el desarrollo del país. No ocurre como con las infecciones o epidemias que son más frecuentes en África y Europa es más segura. El problema con la diabetes es que no depende de donde estés”, aclaró el asistente de la dirección general para las enfermedades no contagiosas y la salud mental, Oleg Chestnov.

Aun así, la principal preocupación de la OMS reside en la accesibilidad de los tratamientos como la insulina, más difíciles de conseguir y más caros en los países con menos recursos.

“Un tratamiento mensual de insulina le cuesta al trabajador gubernamental peor pagado de Brasil tres días de trabajo, 5 en el caso de Pakistán y hasta 20 días en el de Malawi”.

Las causas de esta “epidemia” de diabetes residen no sólo en el aumento y del envejecimiento de la población, si no en la acentuación del sobrepeso y la obesidad en la sociedad.

Concretamente, en 2014, más de uno de cada tres adultos tenía sobrepeso, y más de uno de cada diez sufría obesidad.

Según la OMS, la proporción de la población con obesidad y sobrepeso aumenta a medida que crece el nivel económico del país, ya que los países con altos y medianos ingresos cuentan con más del doble de obesos que los países con pocos recursos.

En este sentido, la región con mayor incidencia de obesidad según la organización mundial fue América, mientras que la más baja se dio en el sudeste asiático.

La OMS califica la diabetes como un serio peligro para la salud pública, ya que entre sus consecuencias se encuentra la ceguera, el fallo renal, las complicaciones cardiovasculares y la amputación de extremidades inferiores.

Además, se calcula que su tratamiento supone un gasto anual de más de 827.000 millones de dólares en todo el mundo, más de 728.650 millones de euros.

Por Elena Montero

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