La Corte Suprema estrena nuevos miembros. Son los doctores Manuel Ramírez Candia y Eugenio Jiménez, quienes no solamente han logrado el alto consenso político, sino el aplauso del mundo jurídico.
Casi sin cuestionamientos, superaron las naturales vallas para ocupar el sillón destinado a jueces de jueces.Ha sido sin duda un pacto político entre colorados y liberales. Ramírez fue en su juventud un febril militante del PLRA y en ningún momento ha intentado negar su filiación ni su participación en la política. Su humilde origen (vendía revistas en un kiosco para pagarse sus estudios) le dan un halo de respeto no solo por las dificultades económicas que tuvo que sufrir para lograr el título de abogado, sino por su honradez probada como juez, según detallan quienes lo conocen. No hubo una sola denuncia o algún dedo acusador en su contra que ensombreciera su nominación.La ANR defendió la designación de Jiménez, apoyado por senadores muy influyentes en la Justicia: Juan Carlos Galaverna y Enrique Bacchetta.
Aunque este padrinazgo puede despertar sospechas, no existió cuestionamientos desde la oposición y tampoco de su gremio de abogados. Su trayectoria intachable y su alta puntuación contribuyeron al consenso a la hora de votar su designación.
El presidente Mario Abdo Benítez no dio largas al asunto y rápidamente dio su acuerdo constitucional, ratificando el acuerdo político sobre los dos juristas. “No conozco a ninguno a quienes hemos prestado el acuerdo para que cumplan esta gran responsabilidad, que fue eje de nuestra campaña electoral y que es un compromiso de todos los paraguayos, que es construir una justicia valiente, independiente, a la que puedan honrar; ellos van a estar más tiempo en ese cargo que nosotros”, dijo Abdo antes de abordar el avión que lo llevó a Taiwán.AHORA,
LA REALIDAD. Ambos candidatos han dado su opinión sobre la Justicia. No han escatimado adjetivos para señalar que hay una emergencia y que deben darse pasos firmes para recuperar la credibilidad ciudadana.Si bien el voto ha sido fruto de un pacto, sin embargo, los dos superan la miseria del cuoteo político, esa fórmula perversa por la que los partidos nombran jueces vulnerables a sus mandatos.
En esta selección del Consejo de la Magistratura que eligió ternas de alta calidad hubo actores claves: la ciudadanía y los medios de comunicación, que fueron vigilantes del proceso, que alcanzó un nivel ideal, cualquiera que fuera electo llenaba las expectativas.Ramírez y Jiménez formarán parte de una Corte Suprema infame, sumisa y corrupta. Algunos altos magistrados ya ni siquiera disimulaban sus negociados. Basta con levantar la alfombra para que emerjan las nauseabundas pruebas: venta de sentencias, cajoneos de casos, deliberadas indecisiones y descarada protección a los villanos políticos.Otros ministros quizá no han llegado tan bajo, pero la cobardía, la pereza o la negligencia los ha inmovilizado contribuyendo a empeorar el Poder Judicial.Por eso los nuevos miembros tienen una misión delicada.
Tienen la patriótica misión de ir a patear el tablero, golpear la mesa para que esa corrompida institución salga de ese estado infame.Si bien dos votos no son suficientes para cambiar la Justicia, sin embargo, pueden constituirse en elementos claves para liderar un proceso de rescate de un Poder Judicial corrompido por su cobardía y venalidad. La Corte requiere, además de miembros íntegros, probos e idóneos, jueces valientes, con coraje para derribar estructuras, dar portazos a los padrinos que hoy están en la mira de la Justicia.
Pueden hacer historia hoy que los González Daher, los Zacarías Irún, los Bogado y otros están inermes. ¿Están la Fiscalía y el Poder Judicial preparados para meter presos a los poderosos o solo usan la victimización como excusa para someterse alegremente a cambio de jugosas chequeras y llenar de familiares el Estado y formar parte de esa casta privilegiada, acomodada, esa que no trabaja, que no compite, pero que gana salarios inmorales en un país herido por la pobreza?Ramírez y Jiménez prometieron no atornillarse al sillón como sus colegas, aunque estos también prometieron lo mismo cuando buscaban los votos en Senado.
Luego se autoproclamaron inamovibles en alegre intercambio de inmorales sentencias. Los nuevos miembros tienen la chequera en blanco de una ciudadanía vigilante que los observa con esperanza. Solamente de ellos depende honrar su trayectoria.El tiempo dirá si son más de lo mismo: jueces que sentencian a muerte a la Justicia o marcan la diferencia liderando un proceso de rescate del estado de putrefacción en que se encuentra.