Lo ocurrido el miércoles en Washington, cuando una turba de seguidores del saliente presidente norteamericano Donald Trump atacaron con violencia el edificio del Capitolio, sede del Poder Legislativo en dicho país, estuvo a punto de volver obsoleta la clásica humorada. La mayoría de los analistas consideran que el grave episodio fue un intento de autogolpe promovido por Trump, quien se niega a reconocer que fue derrotado en las urnas por el ahora confirmado presidente electo Joe Biden.
A pesar de no exhibir ninguna evidencia, Trump insiste en que su candidatura, que aspiraba a la reelección, fue objeto de fraude electoral. Como no ha ocurrido antes en el sistema político norteamericano, el mandatario se ha mostrado reacio a reconocer la victoria de su sucesor y ha azuzado a sus partidarios a movilizaciones de protesta, hasta desembocar en el atropello a la sede del Congreso, cuando se desarrollaban sesiones en las cámaras para revisar y certificar los resultados de las elecciones en los diversos estados de la Nación, avalando la victoria de Biden, reconocida en todas las instancia electorales y judiciales.
Las escenas de la violenta irrupción por parte de una muchedumbre fanática, incluyendo a militantes políticos en armas, conmovieron al mundo. El enfrentamiento con la policía y la evacuación de los congresistas, en medio de choques con disparos que dejaron al menos cuatro personas muertas y varios heridos, quedan como una negra jornada en el país que, hasta ahora, se ha jactado de tener uno de los sistemas republicanos más sólidos.
La crisis ha golpeado también las tercas pretensiones de Trump, quien, tras haber azuzado a sus partidarios a las movilizaciones con mensajes considerados violentos y mentirosos, tuvo que pedirles que se retiren del lugar y finalmente anunciar que concederá una transición ordenada del mando presidencial a Biden, en el acto previsto para dentro de dos semanas. Influyó que las empresas de redes sociales Facebook y Twitter, principal canal de comunicación del mandatario, retiren varios de los posteos de Trump y le suspendan temporalmente el uso de sus cuentas.
Hay que destacar que tanto legisladores demócratas como republicanos, en su mayoría, supieron responder con altura y dar continuidad institucional a la labor del Congreso tras los desmanes. Sin embargo, el daño causado por el alto nivel de demagogia y populismo de Trump ha sido enorme.
La crisis política norteamericana debe dejar una lección, principalmente a países como los nuestros, siempre vulnerables a la emergencia de líderes mesiánicos, populistas y demagogos. Tras lo ocurrido en Estados Unidos, es necesario defender más que nunca el valor de la democracia.