25 nov. 2025

La amenaza del oparei

mario ruben alvares

En materia de lucha contra la corrupción se han dado, de un tiempo a esta parte, algunos pasos firmes aunque todavía inseguros.

Es imposible medir el porcentaje del avance porque —por ejemplo—, por lo que se lee casi todos los días, la galera de Ramírez Zambonini es un barril sin fondo. ¡Quién sabe lo que el futuro vinculado al planillerismo y afines puede deparar al Paraguay con él! Cuando parecía que su “sociedad” con Radice era una “cumbre” del vito del dinero público difícil de superar en los últimos decenios, emergió lo del cargo que podría estar enfardado con el fin de una investigación fiscal.

Los pasos firmes se han comenzado a dar porque se pueden saber los nombres, padrinos y “actuaciones” —dentro y/o fuera de las instituciones públicas— de algunos jatevu que succionan la escasa sangre monetaria del Ministerio de Hacienda. Y también los “milagros” de algunos otrora dueños de lapiceras como Froilán Peralta, de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y Óscar Velásquez (de la Contraloría General de la República).

Con el ventilamiento público de fechorías y trapisondas hubo tibias sanciones para la mayoría: están fuera de sus cargos, algunos probaron Tacumbú, ya no planillean y se les censura en las redes sociales.

A esos pasos firmes aunque insuficientes aún, les falta —para cerrar el círculo—, el remate de la intervención judicial eficaz. Cuando haya sentencias condenatorias para los que se burlaron del país, allí podrá creerse que la caza de corruptos va en serio. Y puede convertirse en una saludable tradición a favor de la correcta administración del dinero proveniente del pago de impuestos.

Hasta ahora, muchos de los expedientes de imputados —como protagonistas o cómplices— duermen en los cajones judiciales. Cuanto más poderosos y hábiles los imputados por la Fiscalía, más profundo es su sueño. Los casos de los diputados José María Ibáñez y Óscar Núñez y de los senadores Enzo Cardozo y Víctor Bogado lo ilustran a cabalidad.

El entusiasmo con lo que pasó en la UNA y en la Contraloría no irá muy lejos si es que a lo ya recorrido no se le agregan condenados, aunque sea a tres años de cárcel.

Lo poco que se consiguió se echará a perder si es que el poder político y factores de otra índole pero con igual propósito, con artimañas (arte y mañas) para dilatar los procesos, van logrando sus objetivos de alargar los juicios hasta el abismo del oparei.

Las pequeñas batallas ganadas pueden quedar como escaramuzas irrelevantes si en tribunales la guerra, finalmente, acaba en impunidad.

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