El informe del presidente al Congreso estuvo lleno de lugares comunes, de los muchos que venimos escuchando desde hace años, en una democracia donde los mandatarios no perciben el malestar de sus mandantes.
Hacen como si no existieran las razones que pretenden vanamente ser sepultados con millonarias cifras de inversión previstas. No escuchamos nunca una autocrítica y menos un entusiasmante destino colectivo. Pareciera que seguimos divididos en dos estamentos: Los que tienen el poder y no tienen idea del concepto de gobierno y, los ciudadanos que deben masticarse un año de postergaciones y necesidades. No estamos avanzando como debiéramos y el poder político se refugia en un discurso endogámico, donde las cuestiones intrascendentes se sobreponen a las importantes y urgentes.
Mientras el presidente leía su mensaje, la bancada cartista –convertida en su socia por todo un año– le enviaba un mensaje claro: Quieren que jure Cartes al Senado contraviniendo todas las normas constitucionales.
Es una abierta provocación, y claramente marca el retorno de los protagonistas del periodo anterior, cuya abierta violación de la Carta Magna trajo fuego y muerte, para que sobre sus bases Abdo alcanzara la presidencia. Vamos a ver ahora una permanente amenaza o chake de que Cartes jure de la mano de su socio político y empleado comercial, Blas Llano.
El presidente cree tontamente que esto no pasa de ser algo anecdótico y que incluso le será útil mientras su gobierno trata de acertar en las medidas económicas y sociales. Debemos prepararnos para una navegación procelosa muy temprano y de manera absolutamente innecesaria. Esto perjudicará a la democracia, crispará los ánimos de la sociedad y habremos puesto de nuevo a la frágil democracia en la urgente necesidad de que la sociedad la salve de su descrédito o perecimiento. En el inicio del nuevo periodo legislativo, el mensaje ha sido más que claro: Agitar el árbol hasta que caiga la fruta.
Si queríamos construir una paz social con un respeto a la Constitución, estamos ante un escenario absolutamente opuesto. Los que pretendían desde adentro construir institucionalidad se encontraron con chantajes y extorsiones de los socios del poder que hará aquello de que “caiga quien caiga” un hazmerreír colectivo.
Se resentirán los ministerios y los administradores interesados en apuntalar la democracia para acabar siendo ocupados estos lugares por quienes solo afirman que su administración traerá la paz al presidente hasta volverlo rehén de esta cáfila.
Muchos de los logros propuestos en el discurso serán absolutamente subalternos de la fidelidad del proyecto de sacar o de sostener al presidente. A unos y otros no les interesan la República ni sus intereses colectivos. Se frotan la mano con el festín que se viene y que debilitará la ya de por sí frágil democracia.
No hemos aprendido nada pareciera. Los socios de la gobernabilidad del presidente celebran de antemano su victoria, sabiendo que ahora la cabeza de Abdo está en sus manos.
Las alternativas al presidente no son para nada alentadoras y resultan de las pocas cosas que podrían, por compasión y horror, hacer que la ciudadanía lo sostenga. Tanto Velázquez, Llano o Alliana como sustitutos generan más susto y perplejidad que los desaciertos del primer mandatario.
A PREPARARSE. El barco tendrá serios problemas, y en el puente de mando todos pelearán por el control para volver aún más azarosa la navegación. Iremos de tumbo en tumbo y los que no saben nadar ni surfear estarán en problemas.