Julio Villanueva Chang, director fundador de Etiqueta Negra, considerada una revista referente de Latinoamérica en el campo de la cultura hispanoamericana, es también maestro de la Fundación García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano.
Obtuvo en 1995 el premio de la Sociedad Interamericana de Prensa en la categoría crónicas y ha publicado, entre otros libros, De cerca nadie es normal, una antología de sus perfiles. Sus textos, traducidos a cinco idiomas, han aparecido en El País, Folha de S. Paulo, National Geographic, McSweeney’s y The Believer.
Al referirse a Villanueva, el escritor mexicano Juan Villoro ha dicho que “El perfil es el género en el que, dentro de la crónica, Julio Villanueva Chang es un maestro”.
“El gran autor que ha influido en él —y no creo que haya otro en el idioma que se le acerque tanto— es Gabriel García Márquez, en especial durante su época de cronista en Barranquilla y Cartagena, un extraordinario observador de la realidad y amante de las paradojas. Pero Villanueva Chang tiene sellos personales que son únicos y que lo convierten en uno de nuestros mejores cronistas en el momento contemporáneo, no solo en nuestra lengua, sino en cualquier lengua”, señaló Villoro.
A su vez, el escritor y editor español Jorge Herralde, director de Anagrama, declaró que “los textos de Etiqueta Negra sufren el vigoroso tratamiento de Chang, un maniático del editing, se dice, como en su día lo fue Bill Buford en el Granta de los ochenta”.
En una entrevista vía e-mail, Villanueva dio una serie de consejos (a pesar de que no le gusta darlos) sobre el periodismo y la forma de contar historias con compromiso.
- En tiempos en que los periodistas digitales de las corporaciones mediáticas deben ajustarse a la instantaneidad para que las notas alcancen el grado de primicia y, además, satisfacer a los jefes que ven al periodismo como una vocación comercial, qué recomienda a los periodistas que buscan generar crónicas profundas y, de esa manera, desarrollar historias que se diferencien de las típicas noticias virales o intrascendentes que atraen a los “lectores clientes”.
No me gusta dar consejos, pero es obvio que se trata más de mística que de profesionalismo. Producir una historia que conmueva, que alcance una fibra nerviosa, no demanda un solo clic: es un trabajo de meses y años, un sinuoso e incierto camino solitario o la terca y paciente apuesta de un colectivo.
Hace unos días, por ejemplo, la Nobel Svetlana Alexievich declaró a la revista Semana que habla con unas 350 personas por libro, que visita a sus entrevistados entre cinco y seis veces, y que se demora entre siete y diez años en escribir cada libro.
No se trata de ser un “profesional”, una palabra pobre y mezquina, sino de un asunto tanto de respeto por la gente como de amor propio. Exige independizarnos del sistema de producción de clics y de visitas por teléfono. A menudo es una generosa elección personal con un alto costo contra nuestra calidad y el estilo de vida, lo que incluye a familia y amigos. Sí, para ganar algo, hay que perder muchas cosas.
- Teniendo en cuenta que para escribir sobre ciudadanos “comunes” (que en su manera de vivir son extraordinarios) es necesario tiempo y una paga razonable que ofrezca a los periodistas el acceso a herramientas para el reporteo, ¿cree que el problema de la generación de estos contenidos se deba a una dificultad meramente económica producto de la crisis de los medios corporativos?
Sí y no. El dinero es decisivo para convertir, por ejemplo, el acto de publicar en una gran historia cada año bisiesto, en un acontecimiento mensual o semestral. Las historias que valen la pena, por supuesto, tienen un gran costo en tiempo, energía y dinero. Pero el dinero no decide la excelencia ni el entusiasmo ni el compromiso con la gente. Etiqueta Negra y Etiqueta Verde, para citar un par de casos que conozco en intimidad, son dos revistas de casi ridículo presupuesto para producir historias decentes.
Acabamos, por ejemplo, de ganar el premio Ortega y Gasset a “Mejor Historia o Investigación Periodística” por una historia sobre Máxima Acuña, una campesina del norte del Perú que se enfrentó a Yanacocha, una de las minas de oro más ricas del mundo, y en la que desde el subtítulo lanzamos una pregunta: ¿Vale más el oro de todo un país que la tierra y el agua de una familia? En esa historia Oxfam nos dio la mano con un presupuesto para producir el viaje, pero la excelencia de esa historia se debió a la mirada y el esfuerzo que le dedicaron el cronista Joseph Zárate en un diálogo permanente con el editor Eliezer Budasoff.
En su momento, el drama de Máxima Acuña fue difundido por canales de TV, ONG y diarios nacionales. Pero la historia que publicamos en Etiqueta Verde se propuso ir más allá que todos los esfuerzos anteriores para conmover y debatir el drama detrás de esa historia. Yo como editor quiero que lo que me importa de verdad le importe a todo el mundo. Seguimos hablando de falta de dinero, pero la pregunta de fondo es: ¿a cuántos de nosotros nos importa personalmente cada historia que publicamos?
- ¿Considera como alternativa para captar a lectores de todo tipo de textos el apostar por la frecuencia de crónicas de personas comunes que demanden una mayor imaginación de los periodistas?
Ayuda, pero sin duda no es lo decisivo. Y sobre todo hay que saber elegir. Ser un gran narrador es una virtud escasísima, y entonces, más que producir y debatir y narrar muy bien el drama de una persona común, hay que saber elegir a una persona extraordinaria que represente el drama de la mayoría del mundo.
Pero más allá de esta singular mirada para elegir, Internet y su dinámica de relaciones sociales resueltas por un teléfono en nuestra palma de la mano ha ido alterando en nosotros nuestros modos de prestar atención, de escuchar y de entender, es decir, otra forma de recordar y de olvidar lo que nos pasa. La mayor parte de nuestro oficio, que no se trata de “informar” sino, en última instancia, de crear memoria y crítica en los ciudadanos, consiste fatalmente en producir olvido e indiferencia.
Es una paradoja fatal, pero es obvio que la mayoría del público se olvida de casi todo lo que hemos hecho. En ese sentido, yo no soy un editor o un cronista: en última instancia, soy un organizador del olvido. Alguien que trabaja con ilusión para que te quedes debatiendo un acontecimiento con la gente y contigo mismo, no hasta esta tarde sino, quizás, con suerte, quién sabe, hasta pasado mañana.
- En una publicación de Letras Libres titulada “El que enciende la luz”, usted dice que la entrevista se ha desvirtuado a una “colección de declaraciones”. ¿Cree que el secreto (si es que existe alguno) para dejar atrás esta naturaleza periodística muy común en Paraguay es optar por eliminar la instantaneidad, es decir, dedicar un buen tiempo al material, eliminar los datos innecesarios y exponer al entrevistado de manera a generar una “fascinación por lo descubierto”?
Las miles de posibilidades simultáneas de prestar una atención interrumpida a tantos hechos a la vez, nuestros nuevos modos de divertirnos y aburrirnos, exigen hoy más que nunca un entendimiento de cómo funciona el cerebro y la percepción de los acontecimientos, exigen otra mirada y otro lenguaje, sin abandonar lo mejor de la tradición y lo clásico.
Es decir, hoy ya no basta con ser rigurosos en haber hablado con casi todo el mundo, en haber hecho un atlético y exhaustivo trabajo de campo, en haber analizado cientos de documentos, en suma, no basta tener la razón y un criterio de justicia.
Nos hace falta más neurociencia. Nos hace falta ser más encantadores. Nos hace falta más sentido del humor, y es obvio que el humor es un campo minado cuando se trata de una tragedia.
- Alberto Salcedo Ramos, de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), visitó este diario hace unos días y dijo que lo más revolucionario que puede hacer un periodista es salir a la calle para tener contenido. En relación a esto le pregunto: ¿cuál es su opinión sobre el periodismo que se desarrolla en el escritorio y se sostiene de la tecnología y el Internet para subsistir?
No hay que satanizar del todo estar sentados en un escritorio. Hay gente cuyo trabajo de escritorio nos merece todo el respeto. Por ejemplo, y esto es apenas un ejemplo, los verificadores de datos, los fact checkers, son en gran parte un trabajo de escritorio y nunca como hoy es más necesario.
Hay que organizarnos para que nuestros cronistas de la calle y nuestros editores y verificadores de datos y nuestros archiveros digitales sean aliados, más que perder el tiempo denigrándose desde una presunta superioridad moral unos a otros.
- Al leer sus declaraciones uno cae en la cuenta de su alejamiento de los entrecomillados, que son tan comunes en los medios de actualidad, sobretodo en casos donde las fuentes no están verificadas o los periodistas buscan opinar detrás de otro ciudadano. Cuál es su consejo para captar la esencia de los personajes y contar sus historias sin parafrasearlos constantemente.
No hay mejor secreto a voces que aprender a escuchar a la gente. Alguien dijo que la inteligencia es una gran combinación de la atención y la memoria. Un cronista y un editor es un cazador de entrecomillados dramáticos o sorprendentes o absurdos. Mi criterio para elegir cuándo entrecomillar y cuándo parafrasear es simplemente elegir lo más emocionante entre todo el spam que todos producimos y, como bien sabemos, casi nadie habla como Sócrates. Por lo tanto, al menos en Etiqueta Negra y Etiqueta Verde evitamos los entrecomillados gratuitos.
Una propuesta para reportar, escribir y editar perfiles
Este viernes 29, de 18.00 a 22.30, y el sábado 30, de 16.00 a 22.00, Villanueva dará un taller de crónicas de personajes donde hablará sobre su experiencia con los perfiles. El taller durará en total 11 horas y se llevará a cabo en El Granel (Juan de Salazar 372 casi Artigas). Si desea inscribirse, puede enviar un e-mail a elgranelasuncion@gmail.com.
¿Cuáles serán serán los temas que abordará con los participantes?
“Leeremos unos veinte episodios de perfiles en español e inglés, un material de discusión para saber cómo resolvemos problemas en producir la idea de una historia, en conversar con gente y observarla, y en escribir un texto. Discutiremos unas siete experiencias del proceso de edición entre editores y autores de la revista Etiqueta Negra, con un énfasis en: 1. Cómo producir y vender ideas de historias a editores de sitios web, revistas y libros. 2. Cómo lograr el acceso para entrevistar a un personaje y conservar la confianza con una persona para acompañarla en su rutina más allá de la situación teatral de una entrevista. 3. Qué mirar y qué anotar durante una escena en la que somos testigos. 4. Cómo reconstruir una escena cuando no hemos podido estar allí y cómo producir una historia sin poder entrevistar a su personaje principal. 5. Cómo reescribir una historia sin editor —o teniendo uno— en las mejores publicaciones de Iberoamérica y Estados Unidos”.