16 abr. 2024

Jugando el partido

Hace unos días, me llegó un mensaje que me dejó pensando y cuyo extracto escribo abajo:

“Si la vida fuera un partido de fútbol, no quisiera quedarme en el banco. Quisiera pedirle al entrenador poder jugar el partido, poder darlo todo. Siempre es más riesgoso jugar que quedarse en el banco. Errar, equivocarse, lesionarse, son parte del juego…”.

Reflexioné cómo nuestra integridad se pone a prueba cada día, en cada decisión. Y cómo las empresas podemos ayudar a generar una sociedad con cultura ética. Por supuesto, mi mente se disparó y pensó en experiencias, anécdotas, hechos, personas, juicios y pensamientos al respecto. Y les comparto algunas de mis conclusiones.

Considero que la primera responsabilidad que tenemos los líderes de organizaciones es transformar a partir del ejemplo. La segunda responsabilidad sería crear el enmarque ético dentro del cual promover acciones y conductas de nuestras empresas y cada uno de los grupos de interés, de manera que puedan orientar incluso ante nuestra ausencia.

En una sociedad donde existe poca conciencia ética, donde las líneas grises abundan, las acciones poco íntegras se normalizan y quienes buscamos el camino recto a veces somos tomados como tontos, exagerados, con doble moral u otros adjetivos poco motivadores, creo que una tarea fundamental es la de entrar en una sintonía de aprendizaje ético permanente.

Sin duda, hay innumerables acciones o iniciativas que pueden llevarse adelante en la promoción de la integridad, empezando en la casa, el barrio, los amigos y, por supuesto, las empresas u organizaciones (dependerá de dónde jugamos cada partido).

En la experiencia trabajando con equipos humanos, uno de los desafíos más marcados es “hablar el mismo idioma”, es decir, que todos entiendan lo mismo cuando se habla de un tema determinado. En el ámbito de la ética e integridad, facilitar procesos de reflexión que dejen como consecuencia un Código de Ética puede ser un primer paso poco complejo para orientar a toda la organización dentro de los parámetros éticos que se asumen como equipo, modelando el comportamiento esperado de los miembros y los grupos de interés, ayudando a decidir asuntos que no están especificados en normativas o leyes.

Un código de ética también orienta sobre cómo actuar respecto a conflictos de interés, sobornos, uso de activos, lucha contra la corrupción, lavado de dinero, manejo de información confidencial, relación con la competencia, entre otros.

Como todo proceso humano, cultural y conductual lleva tiempo. No se trata de preguntar a chatGPT, releer y poner en vigencia un código asumiendo que toda la organización actuará en consecuencia. Se trata de propiciar espacios de conversaciones y reflexiones.

Utilicemos el código de ética en las organizaciones como un material de apoyo de cómo jugar el partido, donde existan reglas claras, límites explícitos. Y recordemos que errar, equivocarse, lesionarse, son parte del juego. Sigamos aprendiendo y apostando a la ética cada día.