21 dic. 2025

Jesús nos espera en el cielo

Una bendición fue el último gesto de Jesús en la tierra, según el Evangelio de San Lucas. Los Once han partido desde Galilea al monte que Jesús les había indicado, el monte de los Olivos, cercano a Jerusalén. Los discípulos, al ver de nuevo al Resucitado, le adoraron, se postraron ante Él como ante su maestro y su Dios. Ahora son mucho más profundamente conscientes de lo que ya, mucho tiempo antes, tenían en el corazón y habían confesado: que su maestro era el Mesías.

Están asombrados y llenos de alegría al ver que su Señor y su Dios ha estado siempre tan cercano. Después de aquellos cuarenta días en su compañía podrán ser testigos de lo que han visto y oído; el Espíritu Santo los confirmará en las enseñanzas de Jesús, y les enseñará la verdad completa.

El maestro les habla con la majestad propia de Dios: Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Jesús confirma la fe de los que le adoran, y les enseña que el poder que van a recibir deriva del propio poder divino. La facultad de perdonar los pecados, de renacer a una vida nueva mediante el Bautismo... es el poder del mismo Cristo que se prolonga en la Iglesia. Esta es la misión de la Iglesia: continuar por siempre la obra de Cristo, enseñar a los hombres las verdades acerca de Dios y las exigencias que llevan consigo esas verdades, ayudarles con la gracia de los sacramentos...

Les dice Jesús: recibiréis el Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. Y después de decir esto, mientras ellos miraban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos. Así nos describe San Lucas la Ascensión del Señor en la Primera lectura de la Misa.

Poco a poco se fue elevando. Los apóstoles se quedaron largo rato mirando a Jesús que asciende con toda majestad mientras les da su última bendición, hasta que una nube lo ocultó. Era la nube que acompañaba la manifestación de Dios: «era un signo de que Jesús había entrado ya en los cielos». La ascensión fortalece y alienta nuestra esperanza de alcanzar el cielo y nos impulsa constantemente a levantar el corazón. Ahora nuestra esperanza es muy grande, pues el mismo Cristo ha ido a prepararnos una morada.

(Del libro Hablar con Dios de Francisco Fernández Carvajal).