La inflación es una de las variables económicas que mayor incertidumbre generan en la economía y con efectos negativos que se transmiten a otras variables económicas de igual o mayor importancia para el desempeño económico y el bienestar de la población.
La volatilidad del nivel de precios influye en los inversores y consumidores cuyas decisiones en un marco de incertidumbre pueden obstaculizar la recuperación económica pospandemia. El aumento en el costo de vida reduce la capacidad adquisitiva de los trabajadores, con mayor impacto en los asalariados y en los estratos de menores remuneraciones.
En Paraguay, dado que el salario mínimo se actualiza a partir del aumento de los precios, el incremento recientemente observado obligará a aumentar el salario para mantener el nivel adquisitivo del mismo, pero con efectos contraproducentes en los costos de producción. Un aumento de la inflación también pone en riesgo el objetivo de reducción de la pobreza teniendo en cuenta que aumenta el ingreso necesario para adquirir una canasta básica.
Pero más allá de los efectos negativos de la inflación, el aumento de los precios de alimentos no es coyuntural. Desde hace años que pasamos por una fuerte escasez de productos frutihortícolas, evento que se repite este año pero con un mayor impacto en la inflación.
Resulta preocupante que en un país con un alto peso de la agricultura en el PIB, los importantes programas dirigidos a la agricultura familiar, la cantidad de recursos destinados a los mismos y las múltiples instituciones públicas con competencia en el tema, sigamos debatiéndonos en un problema central para el bienestar como es la producción de alimentos.
Este Gobierno ha anunciado en numerosas oportunidades su objetivo de dotarles a las fincas campesinas de mayor y mejor tecnología como sistemas de riego, mediasombra y viveros. Esta es una medida fundamental para reducir la dependencia del clima, factor que causa pérdida de cultivos y posterior escasez de productos. Ni hablar del contrabando y del conflicto por la tierra siempre presentes y agudizándose en lugar de mejorar.
Esperemos que el Gobierno asuma el desafío de lograr resultados en el corto plazo en esta materia. Si bien hay variables macroeconómicas que afectaron a la tasa de inflación como el aumento de la cotización del dólar que presentan menor espacio para la implementación de políticas, no es el caso de la producción de alimentos.
El Gobierno cuenta con todos los elementos necesarios para revertir la escasez y su impacto en la inflación. Es urgente que la gestión pública dirigida a la agricultura familiar empiece a mostrar resultados en este ámbito, además de proteger las múltiples cadenas productivas que generan bienes, empleos e ingresos.
La diversificación productiva es urgente, así como políticas de apoyo a la producción de ganado menor. Todo el esfuerzo y los incentivos están dados para mantener un modelo de crecimiento basado en pocos productos demandados en el exterior, sin una preocupación por la demanda interna. Es hora de cambiar esta situación.