El escenario económico internacional está cada vez más complejo e incierto y es necesario comprender los factores que explican esta incertidumbre, de tal manera a incorporarlos en las decisiones de política económica del Gobierno y en las estrategias empresariales y personales.
El primer factor es el desencanto en la globalización económica en los últimos tiempos, especialmente en los países desarrollados.
Con la globalización, las cadenas de valor industriales han traspasado las fronteras nacionales y las empresas multinacionales pueden ubicar cada parte del proceso productivo en aquel país con mayor competitividad en ella. De esta manera, Corea del Sur, Taiwán, China Continental, etcétera, han tenido la oportunidad de desarrollarse rápidamente en las últimas décadas creando empleos decentes.
Sin embargo, estos procesos productivos fueron trasladados desde países desarrollados, tales como EEUU, Inglaterra, Japón, etcétera, donde millones de trabajadores perdieron sus empleos o experimentaron un estancamiento o reducción en sus salarios. Inicialmente, los efectos fueron menos perceptibles por la reducción de precios de los bienes importados y por la expansión de los sectores de servicios y construcción que posibilitaron sostener altos niveles de consumo basados en un boom de créditos hipotecarios y de consumo que finalmente terminaron en la crisis financiera y la recesión global.
Luego de la gran recesión, la voz de los sectores negativamente impactados por la globalización empezó a escucharse con más fuerza en los ámbitos políticos. En consecuencia, el gobierno de Trump está avanzando con una política comercial proteccionista desatando una guerra con sus principales socios comerciales –China, México y Canadá– e impulsando un enfoque bilateral en las negociaciones comerciales en desmedro del enfoque multilateral basado en reglas, instalado en las últimas décadas a través de la Organización Mundial del Comercio.
El segundo factor de incertidumbre es la reciente política macroeconómica norteamericana.
Para enfrentar la gran recesión, el Gobierno norteamericano y la Reserva Federal implementaron una política fiscal y monetaria altamente expansiva con déficits fiscales que alcanzaron hasta el 10% del PIB y tasas de interés del 0%. Como resultado la economía se recuperó y la tasa de desempleo se redujo a niveles mínimos históricos, pero, como contrapartida, los niveles de deuda pública superaron el 100% del PIB y la emisión de dinero se incrementó sustancialmente.
Cuando empezaba el proceso de normalización de la política macroeconómica, aparece el gobierno de Trump con una política fiscal aún más expansiva, reduciendo impuestos, incrementando el gasto público e imponiendo fuertes presiones a la Reserva Federal para frenar el proceso de ajuste monetario. Esto ha generado una alta volatilidad en las tasas de interés de largo plazo ante especulaciones respecto a las decisiones de la FED y las perspectivas sobre la economía norteamericana, la deuda pública y la política fiscal en los próximos años.
El resto del mundo y los países emergentes no saben cómo responder a esta arremetida proteccionista del Gobierno estadounidense. Existe un amplio consenso entre los economistas, incluso del FMI, en que un mayor proteccionismo mundial tendrá altos costos económicos a mediano plazo tanto para EEUU y, en especial, para los países emergentes. Sin embargo, los índices accionarios se mantienen en máximos históricos dando una señal de apoyo.
Asimismo, la inconsistente política macroeconómica norteamericana llevará a un mayor y más rápido incremento de las tasas de interés por parte de la FED para contener la inflación, lo cual empeora las condiciones financieras para las economías emergentes, más que lo previsto inicialmente.
El presidente del Banco Central, José Cantero, correctamente enumeró en su discurso de toma de posesión las políticas macroeconómicas fundamentales que nos han protegido de las turbulencias pasadas y que debemos mantener y profundizar para seguir creciendo ordenadamente en este entorno incierto: una política fiscal enmarcada en los límites de la Ley de Responsabilidad Fiscal; una política monetaria bajo el esquema de metas de inflación; una política cambiaria de flotación administrada, y políticas macroprudenciales de regulación y supervisión para mantener la solvencia del sistema financiero.