Por Manuel Ferreira Brusquetti (*)
Acabamos de enterarnos de una de las decisiones jurídicas más aberrantes de la historia económica reciente. Resulta que las sociedades anónimas emisoras de capital abierto o SAECAs, aquellas que pueden vender parte de sus acciones en la bolsa, habían recibido un incentivo fiscal de pagar la mitad del impuesto a la renta.
Ese incentivo tenía por objeto fomentar el mercado de valores o la bolsa, que además de ayudar a las empresas a conseguir financiamiento más barato, les obliga a transparentarse, ya que para emitir en la bolsa hay que mostrar todos los datos de una empresa, desde sus balances hasta sus administradores.
Cuando se aprueba esta ley, el impuesto a la renta de las empresas era del 30%, por lo que, una SAECA debía pagar sólo 15%. Cuando se pasa a la Ley de Adecuación Fiscal se decide bajar el impuesto a la renta a 20% en el 2005 y a 10% en el 2006. El sentido común le dice a cualquier persona razonable que las SAECA deberían haber pagado 10% en 2005 y 5% en 2006.
Parecería que el sentido común no es el más común de los sentidos en la Sub-Secretaría de Tributación, ya que todo ese tiempo las SAECA siguieron pagando 15%. No solo fue falta de sentido común, sino que además, no se respetó la ley, lo cual es bastante más grave. Tributación promulga una resolución por la cual las SAECA deben seguir pagando lo mismo de siempre y si quieren pagar menos, porque ahora cualquier empresa común y corriente paga sólo 10%, deben “renunciar a sus incentivos fiscales”.
García Márquez, el laureado escritor colombiano, le llama a esto “realismo mágico": son exageraciones de la realidad tan alucinantes que la deforman haciéndola parecer “cosa e mandinga”, como diría el afamado Inodoro Pereira. Es la primera vez que se escucha de un incentivo fiscal que te hace pagar más impuestos. Sólo en Macondo y en Paraguay.
Pero no se extrañe el lector si encuentra otros “incentivos” similares en otros temas en nuestro bendito país. Aunque la Sub-Secretaría de Tributación no lo crea, los incentivos, son cosa seria. Los incentivos que se desarrollen en una economía son los que determinarán los de esta. Si no existe castigo por robar, habrá muchos ladrones; si se gana más siendo corrupto que honesto, habrá mucha corrupción; si trabajar duro no es bien remunerado, la sociedad estará llena de haraganes. La lista de ejemplos es infinita y los ejemplos son válidos acá y en la China.
Por tanto, no solamente nuestra sociedad dependerá de las personas que vivan en ella y de los incentivos que las mismas tengan para actuar, sino también lo contrario será cierto: una sociedad que tiene características económicas, culturales o sociales particulares, va a generar personas que repliquen esas características.
No podemos pretender construir una sociedad desarrollada, que está basada en valores como el trabajo duro, la honestidad, el ahorro, la inversión, la confianza y la seguridad, si seguimos dando incentivos kachiãi como el que citamos más arriba. Estos incentivos van a generar haraganes, ineficientes, gastadores, desconfiados y ladrones. En otras palabras, personas con valores opuestos a la sociedad que pretendemos.
Creo que un ejemplo de resultados interesantes es la propia Ley de Adecuación Fiscal. Se bajó el impuesto y se recaudó más, porque ahora hay gente a la que le es más “rentable” formalizarse, ya que lo que tiene que pagar de impuestos es menor que la coima que pagaba antes para evadir. Con un impuesto más bajo hoy el Estado paraguayo recauda mucho más.
El análisis de cada política debe incorporar un estudio de los incentivos que otorga y, por tanto, de los resultados que genera, porque solamente a la luz de estos resultados será posible analizar si nos conviene o no.
(*) Economista Jefe Fundación Desarrollo en Democracia