Y expuso su desasosiego: “La situación de la pandemia nos llevó a perder la libertad, don precioso de Dios, nos estamos sometiendo a un sistema totalitario donde el Estado emerge como el poseedor de la verdad y de la vida, de la seguridad y de la salud, mientras tanto el virus nos desestabilizó social, económica y culturalmente. Hasta amenaza con silenciar la vida religiosa”, sostuvo el prelado.
Indicó que la Iglesia, “en este tiempo llegó a ser un hospital de campaña”, buscando curar “las heridas del corazón” y abriendo puertas a nuevas oportunidades, para “liberar al Paraguay de las cadenas de miseria”, destacó y puso especial mención en que mediante ollas populares y todo tipo de campañas solidarias desde las organizaciones eclesiales se buscó “aplanar la insatisfacción y la injusticia social generalizada”.
“Las oraciones de miles de fieles cristianos están dando ejemplo de vigorosidad de una Iglesia doméstica viva”, dijo al agradecer a su vez a todas las personas de buen corazón que están colaborando, especialmente, a todo el personal de blanco.
Expresó que felizmente, en Paraguay “somos bendecidos por el escaso número de infectados y de muertes”. Todo esto, gracias a la rápida actuación de las autoridades y debido al “temple guaraní por su obediencia y prevención”.