El 16 de mayo de 1988, San Juan Pablo II, entonces Papa, llegó al país para elevar a los altares al primer santo del Paraguay y sus compañeros mártires. El Pontífice los consideró “campeones de la fe” por demostrar la “grandeza del amor a Dios y a los hermanos... su entrega sin reservas los llevó hasta el martirio”, recordaron desde el Arzobispado de Asunción.
Roque González fue considerado por el Papa no solo un paraguayo, sino un hijo de Asunción, párroco de la Catedral, Jesuita ejemplar.
“El corazón incorrupto del padre Roque González de Santa Cruz constituye una imagen elocuente del amor cristiano, capaz de superar todos los límites humanos, hasta los de la muerte”, dijo Juan Pablo II durante su homilía. San Roque nació en Asunción, Paraguay, en 1576. El 15 de noviembre de 1628, celebró misa cerca de Caaró (hoy día en Brasil), donde fue asesinado por un cacique. Los asaltantes quemaron su cuerpo, pero milagrosamente, quedó intacto el corazón.