Hace unos días, nuestra Constitución Nacional cumplió 27 años. Y, aunque normalmente los “comunes” no le hacemos mucho caso, nuestros políticos en cambio desarrollan muy tempranamente cierta tendencia a querer atropellarla, y ese impulso no se refrena casi nunca.
Pese a todo, ella es lo más importante que tenemos, como nación digo. Sin ella solo seríamos una horda de bárbaros haciendo cada quien lo que le da gana; bueno, a veces el tránsito es exactamente eso, pero ese es otro tema.
En particular, a mí me gusta mucho el inicio de la Carta Magna, como también se la conoce, esa parte donde dice que “la República del Paraguay es para siempre libre e independiente”; y que “… adopta para su gobierno la democracia representativa, participativa y pluralista, fundada en el reconocimiento de la dignidad humana”.
Para a continuación dejar bien clarito quién tiene la sartén por el mango: “En la República del Paraguay la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce conforme con lo dispuesto en esta Constitución”. O sea que es el pueblo quien tiene el poder, bueno, al menos según la CN: “El pueblo ejerce el Poder Público por medio del sufragio. El gobierno es ejercido por los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial en un sistema de independencia, equilibrio, coordinación y recíproco control”.
Hablando mal y pronto, el pueblo gobierna a través de todos esos políticos que vemos en los diarios y en la tele; y como sabemos, algunos de ellos incluso están investigados e imputados por la Fiscalía, por presuntos diversos delitos. Esos reciben un mandato y quienes les otorgan ese mandato somos nosotros, somos el pueblo paraguayo.
PISANDO TIERRA. La realidad lamentablemente no refleja ninguno de los ideales grandes y hermosos enunciados de la Constitución. Para entender pondré unos ejemplos, y en ellos se observa muy explícitamente la forma en que nuestros gobernantes electos por la gente gobiernan contra la gente.
El país entero tuvo alguna vez que ir a hacer una gestión en el Departamento de Identificaciones de la Policía, cédula de identidad, el pasaporte, etc. Pues hete aquí que al megainteligente que organizó las paradas de ómnibus no se le ocurrió que sería un gesto lindo poner la parada más o menos cerca de donde acude todo el país a hacer gestiones: para ayudar un poco a las mamás con niños, las embarazadas, los niños pequeños, los viejitos y personas con algún tipo de discapacidad.
La parada, sin embargo, está lejos, el chofer del bus nunca se acuerda de avisarles a los que no conocen Asunción, y al final terminan caminando al menos un kilómetro para llegar a esta oficina. Y claro, no se olviden: a ninguna autoridad se le ocurrió poner una señalización que indique dónde queda Identificaciones y cómo se llega al bendito lugar.
A vos te puede parecer una tontería, pero es feo saber que a quienes nos gobiernan ni los pequeños e insignificantes detalles les importan, como tampoco se molestan por los grandes. Entre los temas gordos están IPS y el Metrobús. En serio, ¿les parece que un pueblo que es consciente del poder que delega en sus gobernantes permitiría estas aberraciones? De IPS qué más lo que se puede decir, es una mayúscula vergüenza, es dolor, es miseria y es impunidad; y el Metrobús fue una megaestafa, de la cual todos fuimos testigos.
Que los gobernantes nos castiguen dejándonos sin Metrobús, pero con la deuda del Metrobús, y con la mala gestión del IPS (¡que encima pertenece a los trabajadores!), demuestra que gobiernan contra nosotros, gobiernan contra el pueblo paraguayo. Y el pueblo paraguayo –salvo honrosas excepciones– se muestra muy contento con que lo traten tan mal. Por eso prefiere gritar contra Derlis González que no metió un penal, y no le dice nada al culpable de que no haya medicamentos, ni se terminen las obras públicas.