- Enrique Duarte,
- presidente de la UIP.
La constante subida de precios nos pone a todos en una situación bastante complicada: la inflación ha llegado a ubicarse en el nivel más alto de los últimos 10 años, alcanzando a febrero del 2022 una variación interanual del 9,3%. Algunos economistas estiman que en los próximos meses llegaremos a superar un nivel del 10%.
La inflación de costos actualmente es un fenómeno global que encuentra a sus principales causas en los problemas de logística y la guerra Rusia-Ucrania, que afectan especialmente, y no solamente, a los combustibles. A nivel local, la sequía representa un factor que contribuye fuertemente a la presión de los precios, en especial de los alimentos, debido a las fuertes limitaciones a la producción.
Cuando los precios suben, las familias y las empresas tratan de ajustar sus presupuestos limitados. Lógicamente, todos comienzan a buscar la mejor opción que se adapte a sus bolsillos.
La mejor opción, claramente, es conseguir el precio más bajo. El precio actúa como un mecanismo que pone en equilibrio la provisión de aquello que se busca, o en otros términos es cuando la oferta se encuentra con la demanda.
El precio como articulador de lo que buscamos funciona siempre que exista información. Aquí es cuando uno se pregunta: ¿Tenemos información adecuada sobre lo que estamos adquiriendo? Me refiero a la situación de compras de productos de contrabando. El precio, por supuesto, es ridículamente menor al que observamos en las góndolas de los supermercados y es bueno que todos sepamos por qué nos encontramos en esta situación.
La diferencia de precios entre productos de contrabando y uno similar que se produce o vende localmente se da por varios factores: no pagan IVA e IRE, no pagan tasas de servicios de control estatal, como los del INAN o el Senave, no pagan seguros médicos ni aportan a sistemas de jubilación por sus colaboradores, no pagan patentes ni habilitaciones comerciales, y tampoco pagan servicios logísticos especializados que garanticen la manipulación correcta del producto, y, por ende, no pagan salarios públicos de médicos y policías, no pagan remedios ni vacunas anti-Covid o de la influenza, no pagan salarios de educadores ni muebles ni útiles escolares, ni rutas ni puentes en caminos rurales o urbanos. Todos los factores anteriores permiten dimensionar cuán productivas son las industrias nacionales y el comercio formal.
Las consecuencias de no difundir, explicar e internalizar estas informaciones están a la vista: hoy no tenemos huevos en las góndolas de los supermercados, es lo que se siente más rápido, en el estómago y el bolsillo. Pero cuando dejemos de tener lo otro que sí pagan los productos legalmente comercializados e industrializados localmente, serán tarde los lamentos. Reponer el sistema avícola de ponedoras y empezar a producir huevos lleva casi 1 año, reponer el tejido empresarial formal destruido por la informalidad lleva décadas y, repoblar el país con la gente que emigró por la falta de oportunidades lleva una vida.
La decisión de comprar productos de contrabando no afecta solo al empresario; afecta fuertemente a los trabajadores y sus familias. Porque ante decisiones obvias de reducir los niveles de producción formal, habrá más desempleados en la mesa de los hogares que debe ser llenada con los productos alimenticios, formando un círculo vicioso de necesidad y consecuencia.
No solo faltan huevos en las góndolas de los supermercados, también faltan huevos para cortar con el contrabando que perjudica a nuestras industrias y a la gente; que no permite al Estado recaudar y obliga a que nos endeudemos más aún; que no respeta reglas y pone en riesgo nuestra salud. Faltan huevos para entender y dimensionar que el contrabando hace que el trabajador informal sea un rehén de estructuras amparadas en favores políticos.
Faltan huevos para entender que la lucha contra la inflación no es solo una cuestión de política monetaria. También tiene que ver con dar señales a las empresas nacionales, que pueden innovar, generar empleos y poner productos en nuestras mesas a precios competitivos cumpliendo todas las reglas.