Morales fue recibido como un gran ídolo popular por miles de eufóricos simpatizantes, muchos llegados de los rincones del país hasta Villazón, una tranquila y pequeña ciudad en la frontera con Argentina, donde el ex presidente hizo su entrada con aire triunfal.
El retorno fue radicalmente opuesto a su salida, cuando refugiado en su bastión cocalero de Chimoré casi nadie lo vio partir a México tras renunciar y aducir un golpe de Estado en su contra, mientras ganaban peso las denuncias de fraude electoral a su favor en los comicios de 2019.
Instantes antes de cruzar el puente que une Argentina y Bolivia, Morales fue despedido por el presidente argentino, Alberto Fernández, cuyo país lo ha acogido durante los últimos once meses.
Morales había prometido que volvería ni bien su partido se restableciese en el Gobierno y dicho y hecho, pues no esperó ni un día para poner sus pies en Bolivia después de que su ex ministro de Economía Luis Arce, fuese investido presidente de Bolivia el domingo en La Paz.
Tras partir desde Villazón, hoy se dirigirá a Orinoca, la aldea del altiplano donde Morales nació hace 61 años. El último día irá directo a Chimoré, en la provincia del Chapare, el enclave cocalero donde Morales inició su labor sindical. Su plan es establecerse nuevamente en Chimoré y retomar sus actividades agrícolas, por lo que volverá a quedar íntimamente ligado a la hoja de coca, la misma que en la víspera a su regreso le vaticinó un próspero retorno en una serie de rituales oficiados por “amautas”, sabios de las culturas ancestrales andinas. EFE