19 sept. 2025

Es la hora de izar banderas que unan y fortalezcan al país

El Paraguay ha vivido inmerso durante demasiado tiempo en la mezquindad y en la intolerancia. Sus secuelas permanecen hasta ahora en la memoria y en las actitudes. Es hora entonces de que, por encima de aquellos factores que nos dividen, fortalezcamos los rasgos que nos acercan y nos unen. Por lo tanto, la bandera de todos los paraguayos debería ser el afán compartido de construir un país mejor con el talento y con el esfuerzo de todos. Una patria se forja con el aporte de cada uno de sus hijos. Es el momento de asumir el compromiso de entregarnos de lleno a la gran tarea de dejar atrás el tiempo perdido y de construir con esperanzas el futuro.

La Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana (ANR) ha pedido a sus adherentes que adornen el frente de sus casas con banderas paraguayas y coloradas el 15 de agosto.

Por otro lado, mañana es el Día de la Bandera.

En momentos en que se acaba un gobierno y comienza otro, es inoportuno izar banderas que dividen. Solo debieran enarbolarse aquellas que unen en la concordia y la fraternidad.

La bandera de los paraguayos en esta encrucijada de la historia tiene que ser poner el máximo empeño y la capacidad posibles para derrotar aquellas situaciones limitantes que han impedido el desarrollo que lleva a un mayor bienestar para todos, e iniciar un tiempo nuevo de logros y conquistas.

Durante siglos, la clase política ha gobernado solo para sus intereses personales y los de una minoría. Los últimos 25 años, tras la caída de la dictadura, han sido la demostración de que en democracia esa mentalidad persiste.

Fruto de esa situación es la gran desigualdad social que continúa azotando al país. El hecho de que de cada 100 paraguayos, 20 continúen en la miseria, da la pauta de la inequitativa distribución de la riqueza.

En los últimos años, con la bonanza para los productores de soja y carne vacuna, un sector de la nación se ha visto enormemente favorecido y ayudó a que la macroeconomía adquiriera y mantuviera un formidable sustento. En contrapartida, la microeconomía ha seguido sufriendo las limitaciones de recaudaciones que no han fluido hacia las capas más necesitadas de la sociedad.

Una bandera esencial, por lo tanto, tiene que ser la construcción de un Paraguay más equitativo, donde la pobreza no siga condenando y humillando a un relevante sector de la población. Solo con justicia social es posible trabajar un proyecto de país sustentable a corto, mediano y largo plazo.

Nadie debería pensar que solamente la clase dirigente debe enarbolar las banderas que permitan cambiar para bien nuestro país. El compromiso debe ser colectivo. Gobernantes y gobernados, mandantes y mandatarios, son por igual responsables de la dicha o de la desdicha de la patria en cada tramo de su existencia.

Es necesario, por ello, que los que gobiernan se pongan al servicio de los gobernados, y que dejen de dilapidar los recursos del Estado. Los ciudadanos, en tanto, deben dejar de lado su conformismo o su afán de solo reclamar, sin ofrecer su contrapartida de responsabilidad.

Hoy, la bandera del Paraguay debe ser la concordia, que lleve a todos a la superación de los crónicos males que nos sepultan en la pobreza y nos mantienen al margen de la sociedad del bienestar mejor distribuido.