En el mes de agosto se adelantaron las peores proyecciones que arrojaban los modelos matemáticos, tanto de la tasa de muertes como de infectados. Incluso, como se ha demostrado en un artículo publicado ayer por este diario, desde hace unos días la cifra oficial de fallecidos por Covid-19 ya supera a la proyección que elaboró el Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud (Institute Health Metrics and Evaluation, IHME) de la Universidad de Washington, EEUU.
El 21 de junio, cuando en Paraguay se habían registrado 13 casos fatales de Covid y menos de 2.000 positivos, el análisis del IHME apuntaba que para el 1 de octubre se llegaría a 271 muertes, conforme al ritmo de contagio que se observaba. Sin embargo, el 1 de setiembre, con una cifra récord de 22 muertes en un solo día, ya se había llegado al dígito de 348 fallecidos.
Las autoridades sanitarias reconocen que actualmente existe un ritmo descontrolado de transmisión del virus, a nivel comunitario y en todo el territorio nacional. El médico Guillermo Sequera, director de la Dirección de Vigilancia de la Salud, alertó que los números de infectados van a seguir creciendo de manera geométrica, que aún no alcanzamos el pico de contagios y que lo peor aún está por llegar, estimando que podrían registrarse más de 3.000 fallecimientos en las próximas semanas.
El Paraguay, actualmente, tiene un rango de mortandad de 4 por 100.000 habitantes, pero todo apunta a que este índice irá creciendo. La capital Asunción y las ciudades del Departamento Central pasan a ser los principales focos de expansión del contagio, más que la región del Alto Paraná, que hasta ahora ha sido la zona más conflictiva.
Con este panorama, la infraestructura de salud pública ya se encuentra saturada en gran medida y es el momento en que necesitamos mayor conciencia y responsabilidad de la ciudadanía. Más allá de los entendibles cuestionamientos a las autoridades del Gobierno por no haber hecho bien las tareas, por haber sido tan complacientes –por no decir cómplices- ante los hechos de corrupción detectados en las compras de insumos y equipos médicos, y por haber perdido un tiempo valioso para equipar debidamente los hospitales ante el sacrificio de la población, la responsabilidad mayor para que el efecto de la pandemia no ocasione mayores efectos negativos depende de cada uno.
La pelea contra el coronavirus se libra en las casas, en las calles, en el entorno social, más que en los hospitales.
Respetar las normas de protección sanitaria, salir lo estrictamente necesario, mantener el distanciamiento físico, evitar las aglomeraciones y el relajamiento social, usar mascarillas, lavarse las manos, desinfectarse, cuidarnos a nosotros mismos y cuidar a nuestros seres queridos son las principales opciones. A pesar de las muchas dificultades que genera crisis, hasta que pase la tormenta, proteger la vida sigue siendo lo más esencial.