El origen de la imagen, según una de las leyendas más conocidas data del año 1600. Fue esculpida por un indígena artesano llamado José, de la misión franciscana. El escultor ingresó a la selva en busca de madera para construcción de estatuas para el templo de Tobatí. En medio del monte lo persiguieron los mbayaes, que se oponían a aceptar la fe cristiana. A punto de caer en manos de enemigos, la Virgen se presenta ante el guaraní, le dice que se refugie “Ka’aguy kupépe” (detrás de la yerba).
Otras versiones comentan que el hombre se albergó detrás de un frondoso árbol y prometió a la Virgen que de dicha madera haría su figura. Los adversarios, cazadores innatos, pasaron varias veces cerca pero no dieron con José.
El hombre logró salvarse y en agradecimiento creó dos imágenes de la Santíma. Una de mayor dimensión, para la veneración de la comunidad de Tobatí y otra más pequeña para su culto familiar.
“A la segunda la talló más hermosa aún, pues era un privilegio para él tener en su hogar una presencia que le recordara en todo momento a su protectora. Lo que no había previsto era que esta estaba predestinada a conquistar al pueblo entero”, relató el gestor cultural cordillerano Almide Alcaraz.