19 dic. 2025

Entusiasmo

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Esta es una hermosa palabra que significa “tener a Dios dentro de uno”. Poseer una fuerza vital que nos impulsa a creer en nuestras capacidades y vigor para alcanzar un mejor destino.

Esta Navidad debe volver a traernos el fuego que nos agite y conmueva.

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Que nos haga recuperar la ilusión de mejorar esta política tan degradada por intereses perversos, egoístas y materiales.

Este extraordinario momento debe hacernos más humildes para reconocer ante el pesebre de Belén nuestras limitaciones y desgracias para buscar superarlas con los mismos valores que nuestros antepasados pusieron por encima de cualquier otro interés.

Éramos un país de gente humilde, llana y sencilla que mostraba sus blasones de honestidad sin sentir la vergüenza que tienen hoy aquellos que llevan esos valores en su vida cotidiana. Que no sientan el peso de ser considerado un výro (tonto) por no hacerse de lo ajeno y no aprovechar un cargo público para robar escandalosamente lo que es de todos.

Sencillez, para asumir nuestra condición pero no para mantenerla, sino para impulsarnos desde esa atalaya a mejores destinos.

Somos un país que viene de esa matriz que ha venido siendo desvirtuada por el dinero sucio que hizo de la política mercadería y al ciudadano en un producto que se vende y se compra como en un gran zoco de voluntades.

Ya sabemos lo que eso representa en nuestras vidas. Las desgracias que pasan hoy cientos de compatriotas en hospitales desabastecidos de medicamentos y atención. Mendigando la posibilidad de ser tratados con dignidad de sus dolencias y no convertidos en un favor que se reclama a algún capitoste de ocasión. Esas desgracias cotidianas de persecución se parecen a los primeros años de Jesús cuando tuvo que huir con sus padres a Egipto para evitar la ira de Herodes.

¿Cuántas formas de violencia más debemos soportar como nación?

Cuántos de nuestros compatriotas por millones hoy a la distancia del exilio económico no pueden abrazar a sus seres queridos porque los Herodes disfrazados de autoridades les han privado de oportunidades en esta tierra a la que la han saqueado de oportunidades.

La Navidad es vida y todavía vivimos enamorados de la muerte.

La celebramos en las fechas que nuestros héroes fallecieron, pero no cuando nacieron.

Hoy es el Día de la Natividad del Señor y eso nos debe devolver el entusiasmo en la vida, en su dimensión más digna que nos permita reconciliarnos con el otro y encontrar el sentido particular en el servicio al prójimo que es el próximo. El de al lado, el diferente, el distinto. Vivimos celebrando la Revolución del 47 del siglo pasado cuando miles de caínes mataron a abeles. Entusiasmo en ser nos hace falta en todo. Somos un país partido. Agrietado por las diferencias económicas y sociales. Con rabia y resentimiento, donde el fracaso del otro se celebra y el éxito es siempre sospechoso.

Rescatemos el entusiasmo en ser de nuevo los paraguayos con valores que exhiben orgullosos como blasones su capacidad, esfuerzo e inteligencia y que en su camino espantan a los mediocres, incapaces y corruptos. Ante el pesebre de Belén nos arrodillamos para pedir sabiduría para sacar de lo más profundo de nosotros el entusiasmo que haga renacer lo mejor de cada paraguayo en cualquier lugar donde se encuentre.

Podemos y debemos hacerlo por nosotros, por los otros y por el Niño que nació en Belén.