Sobre un presupuesto armado por ellos mismos, el Congreso dispondrá de la bonita suma de 76.000 millones de guaraníes para el 2014. No contento con tal despilfarro, ese Poder se adjudicó 51.000 millones para este año. Según la imposible explicación, ese dinero se destinará al pago de los contratados. ¿No estaba contemplado el pago a los contratados en el presupuesto aprobado para este año, ya en el 2012?
También quieren, los congresistas, cercenar algunos poderes al Poder Ejecutivo. Sobre todo el que le otorga cierta preeminencia en los asuntos de atar lazos entre los sectores público y privado, mediante una ley que oficializaría una alianza entre ambos sectores.
¡Tenga mano, tallador! Ya es suficiente abuso el aumento inconsulto de salarios, dietas y haberes, más gastos de representación y plus para asesorías, que existen en muy poca cantidad, para mandarse ahora, de yapa, una abierta agresión al Poder Ejecutivo, pretendiendo participación en las decisiones sobre concesiones diversas, y en la aprobación de las modificaciones de sus leyes.
Se avizoraba una intentona de este porte cuando lograron que el MEC tuviese solo autoridad sobre escuelas y colegios, dejando todas las decisiones y modificaciones sobre las universidades a cargo exclusivo del Congreso. Mire usted. Mediante el severo control que llevaron los congresistas sobre la educación terciaria, tenemos desde algún tiempo atrás la célebre (tristemente) “universidad de garage”, a razón de una por manzana. O poco menos.
En la tapa de ayer de este diario, la foto de una linda nenita, visiblemente bien cuidada y alimentada, pero que padeció, probablemente sin tomar conciencia plena, los estragos que la tormenta con granizos de la noche del 21 causó a su modesta vivienda. La foto es preciosa, porque capta la empatía del que la ve, sin abordar lo morboso ni por asomo. Y uno la ama, y se pregunta: ¿cómo carajo pueden los parlamentarios carnavalear con miles de millones cuando la solución del drama de los padres de la nena no debe de costar ni veinte millones? Y no propongo caridad, sino un plan racional de auxilio a la gente en estado de emergencia. En los EEUU durante la era Clinton, el millonario George Soros y el economista, también millonario y premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, encabezaron un poderoso grupo de millonarios que propugnaba la ayuda sistemática a los más necesitados bajo el inspirador lema Demos algo antes de que nos quiten todo. La iniciativa prosperó, pero la imparable inflación demográfica borroneó el éxito inicial. Pero el plan sigue vigente. Conozco personalmente las acciones a favor de los carecientes de unos pocos empresarios muy ricos. Pienso que si se unieran, potenciarían sus recursos e inspirarían al Gobierno.