20 abr. 2024

En Primera Persona “Decían que no iba a poder hacer el trabajo porque no entendía o porque soy mujer”

Jéssica Rojas, de 22 años, pide pista en el difícil mundo de la aviación, dominado por varones. Fue la mejor egresada en la reapertura del Instituto Nacional de Aeronáutica Civil (INAC) y ahora se destaca como mecánica de aviones.

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Soy de Asunción, mi papá es encarnaceno y mi mamá es luqueña. Estudié en un colegio técnico del Salesianito, siempre metida en el lado de la mecánica; estudié Mecatrónica y al concluir el bachillerato ya tenía en mi meta: entrar en la aviación.

Siempre me gustaron los aviones, desde chiquitita. Antes nos íbamos con mi mamá y mi papá hacia el aeropuerto, recorríamos entre los hangares y desde las rejas crecí viendo los aviones.

Una vez que fui creciendo, me hice de amigos que tenían mis mismos gustos. Uno de ellos me había comentado que se había abierto un curso de Mecánica de Aviación. Probé, ingresé en el primer puesto y egresé como mejor alumna, no solo de mi curso sino de toda la promoción.

Realicé el curso de Técnico Superior en Mantenimiento de Aeronaves en el Instituto Nacional de Aeronáutica Civil (INAC) que había abierto después de 26 años.

Tenía compañeras, pero tenía más afinidad con compañeros que ya –en ese entonces– estaban trabajando; me contaban su experiencia y yo iba aprendiendo de ellos.

Al principio, tenía ciertos compañeros que eran especiales; es decir, siempre vas a escuchar ciertos comentarios estando en un área donde los varones son mayoría. Pero, directamente, me dediqué a estar con las personas que me aportaban algo, no que solamente criticaban.

Escuchaba que algunos decían que no iba a poder hacer el trabajo, porque no entendía o porque soy mujer. Pero, al contrario, en vez de hacerme sentir mal lo que decían, eso a mí me hacía sentir más curiosa. Si no entendía algo, más ahí estudiaba o más preguntaba y curioseaba. Y creo que eso fue una actitud que me hizo destacar.

Los comentarios negativos vas a escuchar en todas partes y en vez de dejar que te afecten, te tienen que empujar hacia adelante. Por eso me rodeaba de compañeros que sí me ayudaban, que me apoyaban; tuve profesores también que, si no entendía algo, se sentaban a mi lado y me explicaban las veces en que era necesario.

Pasión temprana

Es muy curioso, pero mi papá le tiene miedo a la altura, a la aviación. Me dice: “cómo vos te subís”; tampoco mi mamá tiene esta afición.

Desde pequeña me llevaban a visitar a mi abuela que vive en Luque y, en su casa, escuchaba y veía a los aviones despegando o aterrizando. Yo digo que ahí empezó mi pasión. Recuerdo que a los diez pedimos permiso para entrar a uno de los hangares; nos dieron permiso y eran aviones pequeños, pero que para mí eran espectaculares, eran los más grandes que había visto hasta entonces.

Después de eso, siempre iba por cuenta propia con amigos que les gustaban también la aviación. Llegamos a estar en el Club de Vuelo y ahí sí podés subirte a los aviones, podés volar, sacar fotos. También iba a los desfiles militares para ver los vuelos rasantes.

Mi primer vuelo recién fue a los 21 años. La carrera de despegue es una locura, no sacaba los ojos de las alas, sentía mucha adrenalina, me temblaban las manos.

Tengo pensado seguir estudiando porque una de las políticas que tengo es que no tengo que dejar de estudiar. Pero, más allá de que no sea Ingeniería Aeronáutica, va a tener relación con la mecánica, que pueda ya aplicar en mi área. Aún no sé qué carrera específica, pero este año tengo planes de estudiar en alguna universidad.

Sacrificio y obstinación

Para mí esto de la aviación es una pasión porque hay cosas que no te van a gustar, es supersacrificado; pero si es tu vocación vas a dejar todo y vas a buscar la manera, te vas a esforzar, no es para cualquiera. Me apasiona estar con los aviones, tocar, trabajar, investigar, aprender de los manuales. Hay un cúmulo de cosas difíciles. A mí me complica alzar cosas pesadas, pero no me limito en dejar lo que no puedo; ahí es cuando busco la manera, busco la forma, el lado y de alguna forma tengo que conseguir y lograr.

Por ejemplo, en el cambio de neumático, no hay mucho espacio y tengo que entrar sentada para cambiar la rueda. Los muchachos con su brazo ya meten y a mí con el brazo solo no me sale. Me ayudo con herramientas para afrontar esos obstáculos.

Creo que eso heredé de mi papá y de mi mamá, los dos se sacrificaron toda la vida por nosotros. Pese a malas situaciones que pasamos, en ningún momento vi que hayan tirado la toalla. Se ingeniaban para que podamos seguir estudiando en un buen colegio, entrar a la universidad. Eso es algo que toda la vida estaré agradecida. A los 11 años sabía que entré a un buen colegio y no podía desaprovechar teniendo malas notas.

Ahora estoy trabajando en ANTA (Air Nostrum Technic America) que ofrece servicios de mantenimiento al CRJ –200, el avión con el cual trabajamos. Oficialmente contratada estoy hace un año. Estando en el INAC ellos se encargaron de encontrar pasantías. En ese entonces, yo estaba en un taller de motores recíprocos. Ahí empecé, un año ya estaba cumpliendo en ese lugar, donde trabajamos durante toda la pandemia.

Después se abre la oportunidad de que ANTA necesitaba nuevos pasantes, me enteré y primerita me presenté. La INAC envió mi nombre y me llamaron para la entrevista. Hablé con la gente del taller, les dije que me iba. Sentí que iba a crecer más.

Sé que hay muchas chicas que se interesan. Sé que hay chicas que quieren estudiar pero por A o B motivo no pueden. Yo para irme al aeropuerto tomaba cuatro colectivos todos los días. Todo en la vida vale la pena si te gusta.

Lo que siempre me atrajo primeramente son los aviones de guerra, tengo maquetitas de aviones de la Segunda Guerra. Una de las metas que tengo es conseguir una licencia que me permita trabajar con aviones gigantes, es una licencia diferente que viene de otro país.

Doblegar críticas

A las chicas les digo que sigan sus sueños y a no dejarse llevar por comentarios negativos, o convertirlos en algo motivador. Me tragué mi orgullo y no dije nada; procuro intentar hasta que me salga. Si estás en algo de hombres hay que aguantar, hasta que después te vas ganando tu lugar.

Mi papá me decía: “No digas nada, andá a trabajar, cumplí con lo que hacés y ellos solos se van a dar cuenta de tu capacidad. No hace falta que discutas o grites a todo el mundo porque te dicen cosas”.

Los comentarios negativos vas a escuchar en todas partes y en vez de dejar que te afecten te tienen que empujar hacia adelante. Por eso me rodeaba de compañeros que sí me ayudaban.

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