04 may. 2024

En las noches blancas de una ciudad asediada

Blas Brítez - bbritez@uhora.com.py

“Tenemos pastillas para dormir... No, es broma, pero sí tenemos muy buenas cortinas”, declaró el delantero croata de la Juventus, Mario Mandzukic. Hablaba acerca de la eterna claridad de las noches boreales de San Petersburgo, en el norte de Rusia, en donde se juega el Mundial de fútbol. Las llamadas “noches blancas”. El futbolista forma parte de una de los cinco seleccionados que han elegido como base la ciudad que fundó Pedro el Grande en 1703.

Nombrada Leningrado entre 1924 y 1991 ––en homenaje al conductor de la Revolución Bolchevique de 1917––, no se ignora que San Petersburgo es la ciudad rusa con más antiguas conexiones con el resto del mundo. Sobre todo gracias a su arte (literatura, música, arquitectura), los petersburgueses que han dejado sus obras para conocimiento y solaz de los tiempos venideros. Mencionaré a cuatro de ellos.

En 1848, Fiodor Dostoievski (1821-1881) publicó una novela que se desarrolla, por esta misma época del año, en las calles de San Petersburgo: precisamente, Noches blancas. Como su autor, el narrador del breve libro conoce todos “rincones curiosos” de la ciudad. Vive hace ochos años allí y no ha trabado relación con nadie. Solo con la ciudad. Hasta que aparece la mujer que habrá de sacarlo por unos días de ese estado. Contada en cuatro Noches y una Mañana, el amor no correspondido cierra la metáfora de lo imposible, de lo efímero bajo las “noches blancas”.

Dimitri Shostakovich (1906-1975) fue evacuado de Leningrado el 1 de octubre de 1941, con los alemanes a las puertas de la ciudad. No se irían de allí en veintinueve meses: la asediarían día y noche, matando de hambre a más de un millón de personas. El músico llevaba consigo la partitura de su séptima sinfonía, la que bautizaría Leningrado. El 9 de agosto de 1942, con músicos hambrientos y reemplazos de los que habían muerto, la sinfonía se estrenó en la ciudad natal de Shostakovich. Alex Ross, en El ruido eterno. Escuchar al siglo XX a través de su música, y Michael Jones, en El sitio de Leningrado (1941-1944), ofrecen muestras del efecto que la música de Shostakovich tuvo en sus famélicos conciudadanos en medio del asedio de los ejércitos de Hitler.

La poeta Ana Ajmátova (1889-1966), cuenta Ross, “oyó también la Leningrado como una especie de carnaval enloquecido”. Tiempo después publicaría poemas desgarradores evocando su propia evacuación. Uno dice: “Noche blanca del 24 de junio de 1942. La ciudad en ruinas. Del puerto hasta el Smolny se ve todo como en la palma de una mano”. Y cuando se reencuentra con la urbe de Pushkin, la suya: “¿Qué puedo hacer? Ellos te destruyeron/ ¡Qué encuentro más cruel que el separarse!”

El exquisito poeta Joseph Brodsky (1940-1996) escribió en 1979 una espléndida “Guía para una ciudad rebautizada”, publicada en Menos que uno (Siruela, 2006). En ella, el premio Nobel de Literatura cierra su texto con una alusión a las noches blancas. “En estas noches, cuesta dormirse, porque hay demasiada luz y porque cualquier sueño será inferior a su realidad. Allí donde un hombre no proyecta sombra, como el agua”, anotó.

El lunes, San Petersburgo dirá a Lionel Messi si su sueño es inferior a su realidad.

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