Los sacerdotes fueron llamados a no mostrar una imagen distorsionada de Cristo y a servir al pueblo con dignidad y humildad, en el séptimo día del novenario de la Virgen de Caacupé ante una gran cantidad de fieles y de religiosos que acompañan la peregrinación.
El presbítero Amancio Benítez, director del Seminario Mayor Nacional San José de Caacupé, fue el encargado de dar la homilía en la Basílica Menor. Su mensaje se dirigió principalmente a sus colegas a quienes recordó que cuando se preside una misa ellos son signo de Cristo, cabeza de la Iglesia y que actúa en su nombre; por lo que tienen una gran responsabilidad de no presentar una imagen distorsionada de Cristo.
Recalcó que estar al frente de una comunidad no se reduce a la celebración eucarística, sino se extiende en todos los ámbitos de la pastoral. Los sacerdotes son pastores y guías del pueblo de Dios, tanto en la vida como en el momento celebrativo y deben mostrar a los fieles en el modo de comportarse y de proclamar, en la misma palabra, la presencia viva de Cristo.
Pidió a cada obispo examinarse con atención y reflexionar sobre cada una de sus acciones ante el altar. Sostuvo que los sacerdotes deben eliminar de sus vidas el orgullo, la indiferencia, la falta de fe, de amor y fraternidad. “Eso significa celebrar la misa con humildad”, refirió.
Celebrar bien la eucaristía –resaltó el rector del Seminario Mayor– vale más que mil predicaciones. “El que celebra mal, manifiesta la debilidad de su fe y no educa a los demás en la fe. Al contrario, celebrar bien constituye una primera importante catequesis sobre el santo sacrificio”.
Asimismo, aconsejó a los sacerdotes a estar atentos y a no creerse demasiado importantes atrayendo excesivamente la atención de los fieles, hasta llegar al punto de convertirse en el centro de atracción que oculta la presencia de Cristo.
Respeto. Amancio Benítez señaló que omitir las prescripciones litúrgicas puede ser interpretada como una falta de respeto hacia la eucaristía porque se dicta desde un individualismo o la falta de sentido crítico sobre las opiniones corrientes por una cierta falta de espíritu de fe.
“Lo que se espera de un servidor es que sea fiel a sus servicios y cumpla lo que se le ha encomendado. El sacerdote, al poner sus talentos al servicio para ayudar a los fieles, debe apostarse al rito establecido por la Iglesia sin cambiar nada”, agregó en su breve pero contundente discurso.
En otro punto de su alocución, el rector del Seminario Mayor expresó que la falta de atención a los símbolos de la liturgia, el descuido, la prisa, la superficialidad y el desorden vacían de significado y debilitan la función de aumentar la fe. “El que celebra mal, manifiesta la debilidad de su fe”, remató.
Celebrar con humildad implica dejarse sanar de nuestro orgullo, indiferencia, falta de fraternidad, de fe y de amor. Amancio Benítez, presbítero.