El apabullante aumento de consumo y circulación de crac está en estrecha relación con la delincuencia, y esto obligó a un cambio de política por parte del Gobierno con respecto al microtráfico, manifiesta para nuestro medio Francisco Ayala, director de Comunicación de la Senad.
El vocero confirma que las incautaciones de crac en el periodo que va de agosto de 2018 a agosto de 2023 alcanzan un total de 95 kilogramos, que equivalen a 950 mil dosis. Pero solo de enero de 2023 hasta agosto son 64 kilogramos incautados, que son para 640 mil dosis, y los 31 kilogramos son de los cinco años anteriores.
Afirma que el crac tiene una estrecha relación con el alto grado de delincuencia que se vive actualmente por una suma de factores. Primero, que es consumido en sectores de alta vulnerabilidad, más que nada por el bajo costo. Aunque refiere que no es exclusividad de poblaciones de escasos recursos económicos, apuntó que la concentración de consumo es mayor en zonas vulnerables como los bañados y zonas populosas.
El otro factor es que se trata de una droga superadictiva, con efecto de euforia muy breve, de 12 a 15 minutos. Tras ese tiempo viene lo que llaman la “caída”, o el síndrome de abstinencia.
Ayala remarca que, como es una dependencia del sistema nervioso central, se habla de una dependencia prácticamente mental de la sustancia, el cuerpo sufre de escalofríos y desesperación. “He conversado con gente que consume crac y se autolesionan, con yilé se cortan el brazo; les pregunté del porqué lo hacen, y es porque sienten que les hierve la sangre y sienten la necesidad de oxigenarse, y al cortarse es como que le relaja un poquito”, explica.
Gasto del usuario. Según el comunicador, haciendo un cálculo básico respecto a lo que podría consumir un usuario de crac, el gasto se encuentra entre los G. 500 mil y 600 mil.
Esto, teniendo en cuenta que la persona podría estar activa entre 12 a 16 horas y como la duración de cada dosis, que cuesta G. 10 mil es de 15 minutos, significa que si tiene la disponibilidad consumirá 4 a 5 dosis por hora.
Es allí donde entra a tallar la realidad del consumidor de crac, quien es “desempleado o subempleado como mínimo”, dice.
“Entonces una regla de tres simple, nos lleva a determinar de dónde sale el dinero, primero de hacer desparecer de casa cosas de valor de la mamá o del papá, luego ya directamente a la comisión de hechos ilícitos que sufre la comunidad”, apunta.
Reitera que de este análisis se determina que la relación es absolutamente estrecha con la comisión de actividades ilícitas, ya que el consumo empuja a la delincuencia.
Por otro parte, menciona algunos estudios realizados por la Senad en población estudiantil que lanzaron datos relevantes sobre la iniciación del consumo de drogas, tanto lícitas como ilícitas en menores de edad.
Cita, por ejemplo, tras el consumo de alcohol y tabaco viene el crac y la marihuana, y que ambos se encuentran en un mismo nivel de consumo entre los menores.
“Técnicamente, sería, después de las drogas lícitas como el alcohol y el tabaco, ya vienen el crac y la marihuana, que son ilícitas”, sentencia.
En otro sentido, manifiesta que el origen del crac que se consume en el país, en mayor medida, es boliviano, ya que el crac es un derivado de la cocaína y en el país no se produce esta droga.
Sin embargo, sí se encuentran cocinas en las penitenciarias y otros lugares, donde adquieren pasta base o cocaína y le agregan otros productos para que rindan más y así aumentar el volumen.
Fisura y canuto. Un ex usuario, de nombre José Flor Maidana (33), nos relató que se inició en las drogas a la edad de 14 años, ingiriendo alcohol y cigarrillo, luego pasó por las drogas ilícitas, empezando por marihuana y luego cocaína por mucho tiempo.
Continuó con el crac, porque la cocaína ya no podía pagar por su alto costo, aunque el crac le era más adictiva. Al respecto, contó que los momentos de “fisura” o caída, cuando la dosis perdía efecto, iba al “canuto”; término utilizado entre los usuarios a la boca de fumo, donde se reunía con otros usuarios a matar la “fisura”.
“El momento de fisura es muy fuerte, das todo y haces cualquier cosa, te volvés loco por una dosis más, solo una más, decís, pero seguís y podés seguir hasta morir; ni socializar con la gente se puede”, detalló.
Además, refirió que con la marihuana es diferente, ya que luego de fumarla el efecto dura entre 3 a 4 horas y luego se presenta una sensación grande de hambre, que muchas veces basta con algo dulce y que la fisura no es tan agresiva como el crac.
José se encuentra peleando contra las drogas desde hace seis años, está al frente de un grupo de apoyo en Itauguá, denominado Ni un paso atrás, Hebreos 10:39, para quienes desean dejar las adicciones pueden contactarlo al número (0991) 684-275.