Después de cada viaje es humillado a dar su informe al verdadero poder político que a pesar de ser “significativamente corrupto” para los EEUU, Peña se empeña a nivel local en afirmar que todo lo que dicen los americanos no se ajusta a la verdad y es solo porque han sido mal informados por los locales. Esta semana la Justicia del bajo Manhattan encontró culpable a Donald Trump por usar dinero de campaña para acallar a una prostituta en tiempos electorales. Aquí sería “zoncera rei” (algo irrelevante) como lo afirmó una vez González Macchi cuando fue pillado conduciendo como presidente un auto robado en Brasil. Un caso igual al del ex presidente americano jamás llegaría a nuestros tribunales donde los fiscales son incapaces de auditar el teléfono celular de varios indiciados en delitos mucho más graves. Ni decir en torno a inquirir a Tio Rico Insfrán, detenido en Paraguay, que cuente a cambio de una delación premiada todos sus contactos con el narcotráfico. Nuestras costumbres no tienen nada que se parezcan a otra Nación” dicen los versos de una canción folclórica popular y tiene razón. Y los viajes y acciones del presidente son iguales. Luego de deponer ante la Junta de Gobierno de los colorados se ufanó de conversar con el ex presidente uruguayo Pepe Mujica quien señaló a Cartes como metido en los más sucios negocios. ¿Cual es el mensaje? Qué quiere decirnos con eso de ir a la re asunción presidencial de Bukele que ha sido implacable con el crimen organizado y que dijo que “si se dejara de robar en el Gobierno, dinero sobraría”. Nada de sus acciones se compadecen con lo que proclama, hace y se ufana a nivel local.
Casi siempre que fracasa un presidente dicen que es un problema de comunicación cuando, en realidad, ella solo refleja lo que se hace con un propósito malo o incongruente imposible de maquillar con alguna explicación medianamente convincente. El problema que tenemos en el Ejecutivo es lo que se denomina en sicología; el complejo de Jano. Una doble naturaleza imposible de conciliar entre la realidad que se vive y la que cree que existe solo en su imaginación. Mientras no se libere de todo eso será imposible que los viajes rinda réditos y que la cuestión local se resuelva.
Quedarse y asumir su rol es desgastante porque el poder no está en sus manos y cada vez que intenta ejercerlo su real mandante le recuerda el orden jerárquico. Los temas locales de la agenda no se mueven desde hace casi un año. El informe a los colorados no guardó relación con los hechos reales y solo sirvió para mostrarnos quién, en realidad, tiene el poder. El jefe de Estado se empeña en serlo, pero la realidad le juega una mala pasada. Está en realidad, empeñando la democracia. Mientras afuera vende una condición que no la tiene, para adentro está obligado o lo hace graciosamente inclinarse obedientemente hacia quien tiene el poder real. Peña se empeña, pero no le alcanza. La gran interrogante es cuánto más puede durar esta comedia de tono decadente. Solo el tiempo lo dirá.