“A mí también me salvó. Yo vivía en Líbano cuando estalló la guerra, pero a los 15 años tuve la suerte de salir de allí con una beca cuando el país pasaba por un momento muy complicado. Gracias a la música pude tener una vida mejor. Te hace una persona feliz”, explicó Malikian.
El músico, tras pasar la semana pasada por Colombia, llega a Chile para estrenar su nuevo trabajo, que narra la historia de su violín a través de partes fantásticas y de fragmentos reales.
“El disco tiene una parte divertida y una cruda. La parte real es la dura porque, gracias a este violín, mi abuelo, que huyó del genocidio armenio en el 1915 en Turquía, se salvó. Él no era músico, pero cuando tenía 15 años fingieron que lo tocaba. Se lo dieron y le dijeron: ‘haz como si estuvieras en una banda’”, confesó.
“Y gracias a esto pasó las fronteras y salvó su vida. Cuando llegó a Líbano se empeñó en que lo tocase mi padre y después pasó a mí”, dijo.
Por esta experiencia, Malikian señaló que no entiende la actuación de los Gobiernos europeos en la crisis migratoria que sufre el Viejo Continente.
“Personalmente pienso que es lamentable. Hay miles y millones de refugiados que huyen porque están amenazados de muerte. Y cerrarles la puerta por razones políticas, económicas o lo que sea es inaceptable. Antes de nuestro propio bienestar tenemos que pensar en causas humanitarias. Que los refugiados sean una amenaza para Europa es un tema inventado, obviamente”, remarcó.
El violinista, que actuará tres noches consecutivas en el Teatro Municipal de Las Condes de la capital chilena, señaló que en su vigésimo quinto disco ha intentado reinventarse “una vez más”.
“En esta profesión, si uno piensa que ha llegado al techo, está muy equivocado. La caída es muy rápida y muy dura”, señaló.
El artista español se consideró “afortunado” por viajar mucho y descubrir otros estilos musicales que enriquecen su obra, si bien insistió en que intenta darle su toque personal a cada cosa que hace.
“Si descubro algo aquí en Chile, no intento tocarlo como los chilenos, sino hacer su música como yo la entiendo. A veces me equivoco, a veces no, a veces sale algo interesante y a veces no. Lo que me interesa es conocer artistas de otros lugares, de otras culturas y conversar con ellos, cambiar ideas, disfrutar de las diferencias que tenemos y así crecer”, abundó.
Asimismo, también desveló que conoce la música local por unos amigos que conoció en España y aseguró que sus ritmos le han enseñado “muchísimo”.
“La música chilena es poco conocida en Europa, pero es muy bella, muy inspiradora y con unos instrumentos interesantes. No es ningún secreto que la música latinoamericana es muy grande”, incidió.
La obra de Malikian parte de un instrumento clásico, el violín, pero ha evolucionado a lo largo de los años para explorar muchos otros géneros, lo que le ha valido el respeto de un público que responde mayoritariamente, como se demostró cuando llenó la madrileña plaza de toros de Las Ventas el pasado septiembre.
“Yo no me considero una estrella de rock. Lo único es que el violín está muy reconocido por su faceta clásica, pero no es solo eso. Es un instrumento que tiene mucho poder, mucha fuerza, muchas posibilidades. Puedes sacar sonidos muy diferentes. Si toco un tema de rock no imito a una guitarra eléctrica, intento interpretarla con un sonido de violín. No es imitar, es inventar”, aseguró.
Para componer, dijo, se inspira “en el día a día”, porque la creatividad “tiene que sacarla uno de donde sea”, incluso de la Cordillera de los Andes que atravesó el otro día para aterrizar en Santiago y le pareció “impresionante”.
Precisamente, ese amor a la música es el que le salva de caer en la rutina, su “mayor enemigo”, y provoca que siga intentando conseguir su meta: emocionar al público.
“Cuando doy un concierto y veo que el público no ha salido emocionado, no le echo la culpa ni a ellos ni a la música. Me culpo a mí mismo por no haber transmitido lo suficiente” agregó.
Precisamente, la magia de la música y su espiritualidad surge, según Malikian, cuando un artista hace partícipe de ella a alguien más.