15 oct. 2025

El son del caos y de la realidad

Carolina Cuenca

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Algo racionalista, progresista y bastante posmoderna; con identidades en casi todas las redes, sin nombre en la muchedumbre; sin misa pero con dogmas; crítica, pero sumisa a la corrección política; correcta en el palabrerío e incorrecta para espantar la virtud; escéptica por Descartes, chinchuda por de Beauvoir; folclórica y antimperialista…

Andando va, de capital para toda la ciudad, a unos metros, a protestar, y a liberarse de 11:00 a 20:00, con bocanadas y cierto delirio pirotécnico…

Activa, pero desenchufada; anticapitalista desde su rascacielos, sin cielo y sin sueño; ecologista con hojas secas; irreverente en su soledad; y con el pin de la tarjeta en la memoria para sacar plata del cajero, solo para el veneno que a la sociedad desea inyectar…

Ella, doña Bárbara, venera el negro y mucho es menos para la revista, para la imagen y para su etiquetada originalidad.

A ella le atrae el caos y le motiva el tánatos para gritar. Hegemónica y estatista, va por la vía globalista que la extravía sin vacilar.

Cuidado, no la dejes ni un minuto sin su adrenalina, ni se te ocurra acercarla un día a la realidad… porque se desinfla y se llena de miedo, en la nada está su verdad.

Ella, en el fondo llora y convierte en rabia su malestar. Es una ovejilla en el rebaño homogéneo y triste sin identidad, que cree que es el inicio de algo importante, pero se equivoca, porque su nombre es Fin de Época.

Como dijo Chesterton: “Originalmente dije que una farola de barrio, de color verde guisante, era mejor que la oscuridad o que la falta de vida, y que si era una farola solitaria, podíamos ver mejor su luz contra el fondo oscuro. Sin embargo, al decadente de mi época juvenil, le angustiaba tanto ese hecho que querría colgarse de la farola, apagar su luz y dejar que todo se sumiera en la oscuridad original”.

También está cerca ella. Es otra ella. Una que espera el amanecer. Esta noche y a la mañana siguiente, cuando aclarece, ella se asombra y sonríe “otra vez”.

Está dolida, pero no resentida, le han partido el corazón, con corrupción, con agresión, a discreción. Con balas crueles han manchado sus sueños.

También camina y va de prisa, pero no tan de prisa que no pueda parar y extender las manos para ayudar.

Tiene palabra audaz y mirada profunda la realidad.

Tiene raíces, tiene memoria y esto le brinda un gran poder.

Reconoce porque piensa y distingue porque ve.

A veces se sienta y otras retrocede en su camino, pero de nuevo le mueve su saber querer.

Iguala dignidades humanas, pero no es igualitarista, no necesita de esa ley para crecer, no necesita negarse ni autoconstruirse, ni necesita oscurecerse en el rebaño para sentirse alguien, pues alguien ya es, desde antes de nacer.

Es humanitaria, es solidaria y tiene identidad la realidad.

Carga también con un peso, como una cruz en Semana Santa que a la Pascua quiere llegar. Aun así canta porque tiene vida y si resiste es porque en ella hay mucha verdad.

Hasta allí el son del caos y de la realidad.

Si queremos cambiar el mundo pequeño o grande donde vivimos, sin duda de la mano de ella hay que marchar. ¿Y quién es ella? ¿Es caos o es realidad?

Cuidado, la realidad tiene un espejo y en él se refleja nuestro yo. Un yo humano, un yo que no está solo, un yo que debe despertar sin miedo de su anestesia y su alienación.

Urge elegir, jugarse, ¿seremos ese yo que es manipulado y se deconstruye a cada paso? ¿O nos inclinaremos por ese yo que es protagonista y se hace cargo de su libertad?

¿Seremos un yo que se pierde o un yo que es reencontrado?...

Debemos optar. Iremos con ella, con el caos o con la realidad.

¿Generaremos una cultura de muerte o una cultura de vida?

Elijamos bien.