El papa Francisco a propósito del evangelio de hoy dijo: “Jesús habla de una –generación perversa–. Su palabra es muy dura. Pero no se refiere a las personas que lo seguían con mucho amor, sino a los doctores de la ley que trataban de probarlo y hacerlo caer en una trampa. Estas personas, por cierto, le pedían signos y Jesús les responde que solo se les dará la señal de Jonás.
Existe, sin embargo, el síndrome de Jonás. El Señor le pidió que fuera a Nínive, y él huye a España. Jonás se dijo: “Tengo las cosas claras: La doctrina es ésta, se debe hacer esto, y los pecadores que se las arreglen, yo me voy”.
Los que viven de acuerdo con este síndrome de Jonás, Jesús los llama hipócritas, porque ellos no quieren la salvación de la pobre gente, de los ignorantes y pecadores.
El signo que Jesús promete por su perdón, a través de su muerte y su resurrección, es su misericordia: “Misericordia quiero y no sacrificio”.
El signo de Jonás, el verdadero, es lo que nos da la confianza para ser salvados por la sangre de Cristo. ¿Cuántos cristianos, cuántos son los que piensan que van a ser salvados solamente gracias a lo que hacen, por sus obras.
Las obras son necesarias, pero son una consecuencia, una respuesta al amor misericordioso que nos salva. Sin embargo, las mismas obras, sin este amor misericordioso no sirven. En cambio, el síndrome de Jonás tiene confianza solo en su justicia personal, en sus obras.
Es así que el síndrome de Jonás nos lleva a la hipocresía, a aquella suficiencia, a ser cristianos limpios, perfectos, porque hacemos estas obras: Cumplimos los mandamientos, todo. Es una gran enfermedad.
Y está la señal de Jonás, que es la misericordia de Dios en Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, por nuestra salvación”.
(Frases extractadas de https://www.pildorasdefe.net/liturgia/Evangelio-dia-El-signo-Jesus-es-su-misericordia-y-su-perdon).