27 dic. 2025

El que miente, roba; y algunos son legisladores

Por Susana Oviedo – soviedo@uhora.com.py

Cuando éramos pequeños, y nos pillaban diciendo alguna mentirilla, los adultos nos regañaban y censuraban nuestra falta, utilizando un refrán muy común que daba cuenta de la delgada línea que separa el acto de mentir de otros más graves y moralmente cuestionables.

Entonces, nuestros padres, profesores, catequistas o cualquier mayor que nos descubría mintiendo, recurrían al refrán: “El que miente roba; el que roba, mata”, para advertirnos de las consecuencias que podría traer el convertir la mentira en un hábito.

El otro día recordamos este refrán luego de escuchar y sentir vergüenza de cómo un diputado nacional, Jorge Baruja, intentaba justificar, como esos niños que ya tienen conciencia de sus malos actos, por qué utilizó unos 20 millones de guaraníes, en concepto de pasajes y viático, para viajar a Cancún en enero, supuestamente para participar de un seminario que se realizó tres meses después. Actividad en la que no participó y cuyo tema era la menopausia.

¡Increíble, pero cierto!

Después de escuchar cómo el colega Carlos Peralta, de Radio Primero de Marzo, le pedía explicaciones al diputado sobre esto y sobre el dinero que, solo tras descubrirse el embuste, el legislador se vio obligado a devolver hacía apenas unos días, fue inevitable pensar cómo habrá manejado Jorge Baruja los recursos públicos cuando era gobernador de Paraguarí.

No solo porque mintió a la institución de la que ahora forma parte, sino porque siguió sumando mentiras al tratar de cubrir su falta de ética. Una conducta camandulera que no nos sorprende de alguien como el diputado Carlos Portillo, embustero reincidente, pero sí de un médico que, a diferencia de Portillo, sí pasó por la universidad y cursó completa la carrera. Lo cual nos abre otra línea de reflexión, y es que la educación en valores se da en casa, en la familia. Las demás instituciones socializadoras, refuerzan.

Cuántos otros parlamentarios, inescrupulosos y sin remordimiento de conciencia habrán incurrido en la misma práctica en todos estos años en que el acceso a la información pública estaba absolutamente vedado en las cámaras del Congreso, bajo la cómoda complicidad de diputados, senadores y funcionarios.

Sin posibilidad de un escrutinio público y mediático, la discrecionalidad, el clientelismo y el manejo dispendioso de los recursos públicos se convirtieron en el engranaje de la administración pública. Muchos Barujas y Portillos ya pasaron por este sistema bastardeado, adaptándose con total naturalidad.

Seguramente a ellos les debe sonar tan ingenua la frase que seguro escucharon cuando chicos, de que el que miente roba y el que roba, mata.