24 abr. 2024

El lutier de Cateura

Todo empezó con un violín hallado en la basura, arreglado con trozos de lata y madera. Nicolás Gómez, ganchero, se convirtió en el gran lutier que fabrica los instrumentos para la Orquesta de Cateura. Hoy viaja por el mundo y da entrevistas a la CNN.

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“Nunca imaginé la fabricación de instrumentos como estos, y me siento muy feliz cuando veo a un niño que toca un violín reciclado”, expresa “Colá”.

Por Andrés Colmán Gutiérrez / Twitter: @andrescolman

Entre la basura se suelen hallar cosas interesantes, pero el ganchero Colá nunca pensó que iban a encontrar allí un viejo violín, que permitiría iniciar toda una revolución cultural.

Sucedió una tarde gris del año 2006. Los camiones recolectores de basura de la Municipalidad de Asunción iban ingresando en fila al Vertedero de Cateura, donde se deposita y procesa la mayor parte de los desperdicios del Área Metropolitana.

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Los gancheros -como se llama popularmente a los recicladores habilitados para clasificar los residuos sólidos- aguardaban expectantes, con sus ganchos en alto, para empezar a remover el nuevo cargamento, buscando además hallar algo de valor que les permita obtener alguna ganancia extra.

-¡Pe mañami... petei mbaraka’i! (¡Miren, una pequeña guitarra!) –gritó de pronto uno de los gancheros, mientras rescataba un pequeño instrumento musical de del interior de una bolsa de hule.

Nicolás Gomez, más conocido en el barrio por su apodo, Colá, sabía algo de música y les dijo que eso no era una guitarra, sino un violín.

Lo tomó en sus manos. Estaba bastante roto y deteriorado, pero era un buen violín. Pensó que quizás podría arreglarlo y le resultaría de utilidad al maestro Fabio Chávez, que por esa época andaba queriendo enseñar música a los chicos del bañado, pero no había instrumentos y tampoco recursos para comprarlos.

“Fue así como empezó esta historia. Con pedazos de madera y algún trozo de lata conseguí arreglar el violín, con la ayuda de Fabio. Al final llegó a sonar bastante bien. Entonces, Fabio me dijo que podíamos construir más instrumentos con objetos reciclados y me pidió que me vaya a aprender cómo se hace. ¡Así fue como me convertí en un aipó lutier mba’embo...!”, se rie Colá, mientras se ocupa de ensamblar una nueva guitarra, hecha con latas de dulce de guayaba.

El hombre detrás de la orquesta

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“Nunca imaginé la fabricación de instrumentos como estos, y me siento muy feliz cuando veo a un niño que toca un violín reciclado”, expresa “Colá”.

Antes de ser ganchero o reciclador, Nicolás Gómez trabajó como cortador de piedra en las canteras de su natal Emboscada, pero un fuerte dolor de espalda le hizo dejar el pesado oficio y mudarse a la capital.

Levantó su pequeña choza en la zona inundable del bañado, a donde van a parar las familias más pobres que no tienen otro lugar donde instalarse, y empezó a trabajar como reciclador. También fue maestro albañil y vendedor ambulante en la terminal.

En esos días conoció al maestro Fabio Chávez, quien había llegado al barrio contratado como técnico ambientalista, pero que en sus ratos libros se dispuso además a enseñarle música a los chicos y jóvenes de Cateura. Había que hacer todo a pulmón, y Colá se dispuso a ayudarle en todo lo que fuera posible.

“Cuando decidimos hacer los instrumentos musicales con objetos reciclados, porque ndaipori la plata para comprar instrumentos de verdad, yo me fui a Luque, a los talleres donde se fabrican arpas y guitarras, y les pedí a los maestros constructores que me enseñen. Así fui aprendiendo cómo se hace y después empecé a improvisar”, relata el ganchero, en su peculiar modo de hablar, que mezcla el guaraní y el castellano.

Así se convirtió en lutier o luthier, la palabra francesa que designa a un constructor de instrumentos, y que fue adoptada por un genial grupo humorístico argentino, que también se distingue por hacer música con elementos reciclados. Hubo otros gancheros que también intentaron volverse lutieres, pero Colá fue el único que persistió.

Ahora él tiene un taller en su humilde vivienda, al costado del Vertedero, donde además de los instrumentos reciclados, que constituyen su sello característico, fabrica también guitarras de concierto y requintos “de verdad”.

Además de proveerlos para la orquesta que ayudó a nacer, y que ahora se ha vuelto famosa internacionalmente, Colá los fabrica para la venta al público, y se siente orgulloso de que varias de sus obras hayan sido adquiridas para ser expuestas en museos internacionales de la música.

Instrumentos que dan risa, pero suenan

Una vieja asadera de cocina es muy práctica para fabricar violines, con un tenedor doblado para tensar las cuerdas.

Los tambores pequeños, en los que se ingresaron aceite comestible de contrabando desde la costa argentina, sirven perfectamente para elaborar contrabajos y cellos.

Dos envases vacíos de dulce de batata, de esas latas redondas de cinco kilos, se ensamblan y se convierten en una sonora guitarra.

Las placas de rayos equis que el médico le mandó hacer a la abuela, tensadas sobre una lata circular, sirven muy bien para fabricar tambores de percusión, y de los caños de plomería desarmados de algún baño se pueden hacer flautas, oboes, saxos, trompetas, usando monedas a modo de llaves o pulsadores de pistón.

“Todo depende del ingenio. Si vos mirás estos instrumentos, seguro que te vas a reir, porque parecen muy cómicos. Pero cuando escuchás que los chicos sacan música de ellos y hacen un gran concierto, resulta emocionante. Esos es lo que le atrae a mucha gente famosa del exterior, que ahora quieren venir a conocer a los que tocan en la orquesta, a´si como al tipo que fabrica las cosas con que ellos hacen música, o sea yo”, relata Colá, a quien ya vinieron a visitar cineastas y estrellas de rock, y apareció dando entrevistas en la BBC y en la CNN.

Aunque ha recibido varias invitaciones para participar en exposiciones y congresos internacionales, Colá siempre se negó a viajar. “No me quería subir a un avión”, explica. Pero hace pocas semanas, el maestro Fabio Chávez lo convenció a realizar un viaje a Sao Paulo, Brasil, donde impartió un taller a niños humildes de las favelas acerca de cómo fabricar instrumentos reciclados.

“Me costó mucho decidirme a viajar, pero no me arrepentí. Ahora parece que ya me gusta”, confiesa Colá.

El lutier de Cateura es una de las figuras estelares del documental Landfillharmonic (La sinfonía del vertedero), que está dirigiendo el cineasta estadounidense Graham Townsley, y que lo ha proyectado a la fama internacional, tanto a él, como a los integrantes de la orquesta.

“Es todo muy increíble. Hace unos años yo prácticamente no tenía para comer y casi nadie me conocía. Ahora me encargan mucho trabajo, me buscan los periodistas, doy entrevistas en la CNN y hasta soy una estrella de cine, pero sigo viviendo en mi humilde casa de Cateura y sigo siendo un ganchero”, se define Nicolás.

Su esposa, Natividad, le acerca desde la cocina una lata de leche en polvo, que ella acaba de vaciar para preparar la merienda a sus hijos. Colá recibe el recipiente, lo toma en las manos y lo observa al trasluz, lo voltea, lo acaricia, lo estudia.

-Hmmm... Sí, puede servir muy bien para la culata de otro violín –dice, con una sonrisa de satisfacción-. Ya no tiene leche, pero ahora va a tener música.