03 may. 2024

El legado educativo: Muy baja inversión pública y una cultura represiva en las aulas

El gasto en educación fue muy inferior al promedio regional. La escuela sirvió para justificar el modelo autoritario del stronismo

Tradición. Stroessner acostumbraba a asistir a actos de colación en los colegios. Abajo, un manual del MEC para docentes titulado Estudiando felices sin comunismo.

Tradición. Stroessner acostumbraba a asistir a actos de colación en los colegios. Abajo, un manual del MEC para docentes titulado Estudiando felices sin comunismo.

Estudiantes torturados, profesores perseguidos y libros prohibidos. El clima de represión invadió las aulas durante la dictadura y hasta hoy el sistema educativo carga con el pesado legado del stronismo. Desde el prebendarismo que se revela en épocas electorales hasta la ideología autoritaria que desalienta el pensamiento crítico, Alfredo Stroessner sigue presente en las escuelas.

Durante el régimen se realizaron dos reformas educativas en 1957 y 1973. Ambas se enmarcaron dentro de las corrientes pedagógicas de la época. “La formación humanista que proponía la primera reforma enseguida entró en conflicto con las libertades que estaban vigentes en ese momento. En el 57 comienza la reforma y en el 59 ya se produce la gran huelga estudiantil. Y el saldo fue una represión brutal”, comenta el historiador David Velázquez Seiferheld.

Apenas 12 años de la primera reforma se empezó a trabajar en la siguiente. Esta buscaría formar alumnos para un eventual desarrollo industrial. “Obviamente no hubo un proyecto industrial al cual pegar después esto. El Gobierno terminó gastando mucho más de sus ingresos en salarios para cumplir con la clientela política que en establecer una política de desarrollo industrial. Se buscó un perfil tecnocrático, poca reflexión filosófica, poco cuestionamiento y análisis social”, señala.

En ese sentido, el investigador en educación Rudi Elías afirma que el stronismo utilizó a la escuela como base de legitimación. “Había un discurso que servía para justificar: cómo se narraba la historia, los focos que se ponían. Todo lo que tenía que ver con las luchas internas que había dentro del país, la guerra civil del 47, eran temas que fueron prácticamente ignorados en los textos escolares”, indica Elías, autor de trabajos académicos sobre el sistema educativo durante la dictadura.

INDICADORES. Velázquez Seiferheld, quien escribió junto a Sandra D’Alessandro el libro en tres tomos Relaciones entre autoritarismo y educación en el Paraguay 1869-2012, asevera que la inversión en la educación pública durante el stronismo fue muy inferior al promedio de la región.

“Un método para evaluar la decisión política de invertir o no en educación tiene que ver con cuánto invirtieron otros países en la misma época. En ningún momento acá se alcanzó siquiera el promedio regional en lo que se refiere a la asignación global a educación sobre el Producto Interno Bruto (PIB). Ni en la época del boom económico de Itaipú se alcanzó el 2%”, comenta.

Menciona que en 1976, año en el cual ministros de Educación del continente formularon una recomendación de alcanzar el 7%, el promedio regional era del 3,5%.

Por otro lado, explica que durante la dictadura hubo un aumento importante de escolaridad pero que esto responde a un cambio de la estructura productiva en toda la región, que también registró el mismo aumento de matrículas escolares.

MIEDO. El Archivo del Terror contiene documentos que revelan cómo funcionaban canales de información entre las instituciones educativas y los organismos represivos de la dictadura. Desde el caso de una profesora que denunció a un alumno por traer de su casa un ejemplar de Adelante, el periódico del Partido Comunista Paraguayo, hasta estudiantes que denunciaban a otros por “subversivos”, la delación y la represión marcó a fuego a la educación paraguaya.

“Creo que el miedo caracterizó mucho las relaciones y el ambiente escolar”, afirmó Elías. El Gobierno también reglamentó sanciones para los docentes que predicasen “doctrinas perniciosas” o ideas contrarias al nacionalismo impulsado desde el Ministerio de Educación y Culto. “Uno pensaría que el supervisor debería ser el que está ahí para apoyar a los docentes, pero todavía nosotros en gran medida tenemos esa visión del supervisor como el que controla, el que reprime. Mucho de esa cultura quedó instalada en la forma en cómo opera hoy el sistema educativo”, opina Elías.

“No se ha podido desmontar todo lo que tiene que ver con prácticas clientelares. Pensamos que superamos ciertas cosas pero en épocas de elecciones los ministros piden adhesión política a maestros y supervisores. Ahí uno se da cuenta que todavía existe toda esa cultura”, lamenta.

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