A mediados del mes de enero hubo una gran reunión que congregó a autoridades del Ministerio de Salud y de municipios de Asunción y el Departamento Central; en el encuentro abordaron el tema de las medidas urgentes para evitar una mayor propagación de arbovirosis, especialmente del dengue y chikungunya. La reunión había sido convocada por el ministro de Salud, Julio Borba, quien había explicado previamente que se buscaba establecer más acciones concretas con todos los municipios a fin de combatir el chikungunya. Había predicho en aquella ocasión que todavía no se había llegado al momento más crítico de la epidemia, pero alertó que podría afectar a más personas, sobre todo en los meses siguientes.
“Puede expandirse aún un poco más, la ciudad está todavía un poco dormida, creemos que puede llegar a aumentar un poco más a fines de este mes o a principios de febrero”, dijo el ministro. Y afirmó también que el rol principal del Servicio Nacional de Erradicación del Paludismo (Senepa) no es entrar a limpiar los inmuebles, que la responsabilidad es compartida con los propietarios y toda la ciudadanía en general.
Existe responsabilidad ciudadana, es cierto, en mantener limpios patios y jardines, pero es una realidad también que las autoridades solamente reaccionan, se reúnen y lanzan obvias recomendaciones cuando la situación ha comenzado a descontrolarse. Culpar a la gente y calificarla de “puerca” es sin lugar a dudas una necedad, considerando que este es el país de las improvisaciones y eso incluye a las autoridades y las instituciones.
Ciertamente, existe un nivel de responsabilidad de parte de los propietarios que desatienden el mantenimiento de sus viviendas, de hecho a diario los medios de comunicación exhiben las imágenes de casas abandonadas que se han convertido en impresionantes criaderos de mosquitos y de todo tipo de alimañas. Ese es el ámbito natural, legal inclusive, de las municipalidades y las millonarias multas están plenamente justificadas. El problema es que siempre llegan tarde.
No se espera que el ministro de Salud se ocupe de las viviendas abandonadas, que ante la desidia de sus propietarios se convierten en criaderos del Aedes aegypti. Lo que corresponde es que Salud haga recomendaciones, insista y hasta se convierta en una molestia para los intendentes de todo el país, durante todo el año. La visión de la salud pública debe bajar desde Salud Pública hasta los gobiernos locales como son los municipios e incluso a los gobiernos descentralizados como las gobernaciones y sus juntas departamentales, instituciones muy costosas que también deberían colaborar para el bienestar de la gente. La lucha contra el mosquito, que convive entre nosotros, debe ser un esfuerzo conjunto del Ministerio de Salud, las municipalidades y todas aquellas instituciones con presupuestos y funcionarios, y lo que corresponde es que se formulen acciones, alertas y recomendaciones durante todo el año, no solamente cuando la situación ha desbordado y el sistema de salud comienza a colapsar con enfermos.
De las instituciones del Estado y de sus funcionarios se esperan la inteligencia, la disposición, la creatividad y el compromiso suficiente para trazar planes, formular permanentes campañas educativas e informativas para la población, así como una agenda que les recuerde que el mosquito Aedes aegypti es un indeseado inquilino al cual se debe combatir en forma sistemática y sin descanso, cada uno de los días del año y en todas las estaciones.
Las autoridades nacionales y municipales deben incluir en sus agendas de trabajo el combate al mosquito que cada año doblega al sistema y causa enfermedad y dolor en la población.