Son personas, instituciones y entidades influyentes, la élite que alimenta su poder mediante maniobras de control, sometimiento, seducción, engaño y corrupción; siempre detrás de bambalinas, a la distancia conveniente para no ser alcanzados por cuestionamientos inoportunos u obstáculos irritantes. Este ocultismo despierta aquella religiosidad primitiva que duerme en todo hombre temeroso de su destino. El establishment logra atraer hacia sí y recibe satisfecho, cual ídolo en la montaña, las ofrendas pequeñas, medianas y grandes de sus servidores, de los ‘idiotas útiles’, de las marionetas descartables de su orden establecido.
Desde siempre y en cada época, toma formas y tamaños aparentemente indestructibles, y en cada época es combatido y abatido por un puñado de valientes, entre ellos algunos antiguos vasallos que desencantados se unen a la resistencia y arriesgan su sitio, su bienestar, su pequeña dosis de satisfacción temporal y deciden poner en evidencia el gran engaño, por lo que al poder le resulta incómodo porque pone de manifiesto, desenmascara su maldad, su inhumanidad, su crueldad.
No es nueva la lucha contra el establishment, ni los resultados, lo nuevo hoy, lo tragicómico hoy, lo “histórico” hoy es que el establishment lo ejercen en este tiempo sus antiguos detractores, sus agudos críticos, sus autodefinidas víctimas de antaño.
Hoy, el establishment no es un arma en la cabeza, no es una amenaza tangible, es un pensamiento dominante que se licua y se introduce en el inconsciente colectivo, y desde las ideas desestructura todo, confundiendo a quienes creen que no puede ser que este nuevo orden instrumentalice el desorden y para instalarse, su coacción se ejerce mediante la manipulación del lenguaje, se expande camuflado de derecho-humanismo, imbuido de un perfil buenista y un corderil discurso que pregona la tolerancia sin ejercerla nunca, propone la igualdad y la pisotea con sus imposiciones paritarias arbitrarias; critica la opresión, pero la ejerce idiotizando; venera la ecología, pero destruye la naturaleza; celebra la libertad, pero la roba en los niveles más profundos, en la expresión, en la enseñanza, en la misma conciencia.
¿Quieres conocer sus métodos? Revisa la sentencia dictada por el juez argentino Álvaro Meynet, que preside el Tribunal de Río Negro, que declaró culpable esta semana al doctor ginecólogo Leandro Rodríguez Lastra por el “delito” de “incumplimiento de deberes” de funcionario público al obstruir un aborto y salvar la vida de una joven madre. Este médico se atrevió a incumplir el protocolo de aborto para salvar dos vidas. El niño sobrevivió y fue adoptado; la madre está bien. El doctor tiene pena de cárcel.
El establishment, adulado por un sector del gremio médico, periodístico y político del país vecino y sus repetidoras locales, ha impuesto su ley en nombre de la Justicia y su aparato de propaganda está vociferando según el libreto. La gran maquinaria financista del aborto está en movimiento, ha sentenciado, ha hablado y no admite réplica. ¿Es necesario ser médico para entender qué significa condenar a muerte a un niño por nacer de 5 meses de gestación? ¿Es necesario ser argentino para comprender las consecuencias de este fallo judicial contra natura? Si la vida de un ser humano, cualquiera sea la circunstancia de sus inicios, se relativiza y se castiga a quienes la defienden, la curan, la ponen a salvo, ¡todo acto inmoral está permitido! Ganará el más fuerte. Cuidado, el poder no es compasivo, el establishment tarde o temprano impondrá la adhesión completa e incondicional a sus leyes de muerte, a sus enseñanzas, a sus antivalores, a sus crímenes. No perdonará a los tibios, a los indecisos, a los cómodos, a los pusilánimes, ni a los que caídos en desgracia intenten tardíamente desprenderse de sus tentáculos totalitarios. ¿Qué pasará con nosotros? ¿Cederemos o resistiremos? Es inevitable tomar partido.