24 abr. 2024

El diseño

Cuando se diseña una casa se tienen en cuenta aspectos básicos: La superestructura, que sería la visión del o de los arquitectos sobre la obra, la estructura como el fundamento que garantiza su seguridad y la infraestructura, que sería lo que se ve y puede ser evaluado subjetivamente con un “me gusta” o “me disgusta” o “me es indiferente”.

Si trasladamos esto a la organización social o a la política podemos decir que las ideologías y creencias están en esa superestructura, la organización de poderes del Estado y organizaciones básicas, en la estructura y en la infraestructura, los servicios y sus elementos físicos más concretos.

Volviendo a la analogía con la casa en construcción, solo algunos clientes desean adentrarse en la visión del especialista, lo que les interesa es que lo que se va a ver de la casa sea de su agrado y que se dé muestras de que la casa tendrá cierta seguridad.

Qué pasaría si el arquitecto o los arquitectos fueran corruptos y recibieran una suma de dinero para manipular los planos de tal manera que los habitantes de la futura casa no supieran interpretar su inadecuación, ya sea por desconocimiento, por distracción o confianza extrema en los expertos de la obra.

Cuanto más comprometidos estén los arquitectos con el plan del aportante, es probable que insistan en que los clientes se concentren en la infraestructura visible, dirigiendo su atención hacia la elección de colores, materiales de adorno, estilos, ilusionándolos con el cumplimiento de sus sueños en su nuevo hogar, etc.

Solo si algunos miembros de la familia, por mayor experiencia en la vida, sentido común o meticulosidad –a sabiendas de que existe la posibilidad del mal y del error en el mundo–, se percataran o sospecharan de la cercanía de los arquitectos con el o los inescrupulosos con malos antecedentes, querrían por lo menos acudir a otros profesionales para dar a los planos de la casa una segunda mirada y así es probable que la obra engañosa fuera corregida a tiempo por parte de los legítimos dueños.

Pero, de nada valdría a la familia opinar sobre la infraestructura, si no le dieran la posibilidad de incidir en el diseño.

Decía Antonio Gramsci que Marx se equivocó al tratar de subvertir el orden social partiendo del cambio de estructuras, que lo que debían hacer los comunistas para tomar el poder era incidir en la superestructura, es decir, en las creencias, la cultura y la educación, ya que unos jóvenes y niños trastocados en su forma de pensar y en sus ideas terminarían transformando su sociedad en favor de la causa, incluso sin derramamiento de sangre. Allí estaba para él el verdadero factor de transformación total hacia el ideal comunista. Una clave para su plan era incidir en los intelectuales y miembros influyentes de la sociedad, en los caciques de la tribu, digamos, e implantar con su ayuda una nueva hegemonía sobre lo que se considera bueno o malo en la sociedad. Ya que le parecía insuficiente la lucha de clases, si esta no atacaba la esencia de su identidad cultural: Su sentido común. Claro, su visión siempre da por sentado que la igualdad y no la libertad es la motivación del cambio…

A los padres, docentes, estudiantes y otros miembros de la comunidad educativa les invitaría a considerar no solo los documentos llamados Acuerdos que forman parte de la infraestructura visible del gran Plan de Transformación Educativa que se propone alinear el sistema educativo a la Agenda 2030, es necesario considerar la superestructura que traza su diseño desde las interpretaciones que impusieron los “expertos” que dirigen y monitorean el “marco de gobernanza” actual y que introducen nuevos significados a los enfoques trasversales de género, de derechos, de multiculturalidad y de inclusión. También la familia como institución básica de la sociedad y que garantiza su seguridad y supervivencia está siendo seriamente cuestionada en esos ámbitos de poder detrás del poder. O discutimos e incidimos en el diseño real del plan o solo nos hacen perder el tiempo y nos toman del pelo.

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