06 jun. 2024

El combustible de los pirómanos

Carolina Cuenca

Jóvenes chilenos, muchos de clase media, queman el metro y otros bienes públicos de su país para protestar por el precio del pasaje y cargan al Estado una deuda de millones de dólares que pagarán sus padres y los padres de los chicos que sí usan el metro cada día en su larga marcha para trabajar mucho, estudiar un poco, dormir un poco, quizás divertirse un poco y volver al trabajo.

“El pueblo está harto”, dicen las feministas abortistas que apoyan la “causa” contra la oligarquía y el heteropatriarcado que por lo visto ven plasmado en el metro como un símbolo de su dominio “estereotipado”, ante tal situación no le ven otra salida que desnudarse en público y promover el asesinato de niños en el vientre… Comentaba Sara Winter en estos días, la ex Femen de Brasil, que por la coordinación de una manifestación de este tipo se cobra entre 400 y 500 USD diarios, el resto va azuzado por el discurso dominante y una serie de factores que hacen de premisa para adherirse a la piromanía latinoamericana, de moda en este momento.

Mientras tanto, Evo “soluciona” en unas horas el desgaste innecesario que le supondría una segunda vuelta electoral reclamada por los votos de sus conciudadanos. Total si la democracia no te declara ganador, le das una patada a las urnas y, si “no entiende luego lo que se le dice”, quemás, quemás, quemás. ¿Quién te va a poner trabas? ¿El representante de Maduro en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, recientemente elegido? ¿El Foro de São Paulo que le marca la agenda a la izquierda latinoamericana? Tranquilo, muchacho, “estamos cumpliendo el plan, ustedes me entienden”, guiñará el cobarde hambreador del pueblo venezolano.

Pero el problema no se ajusta solo a la manía pirómana de ciertos líderes marxistas de la región, ni de la manipulada juventud burguesa que se deja llevar por el pensamiento dominante, quizás, muy probablemente, partiendo en sus inicios por un deseo genuino de justicia, que no encuentra el método, el camino más adecuado para canalizarse.

Antes de protestar por el fuego, antes de quejarse por la poquita agua que queda para apagar civilizadamente el incendio provocado que en nada remediará la corrupción o la falta da de justicia, antes de sumarnos a los indignados del mundo, deberíamos tener el coraje de revisar el combustible y el resecado ambiente cultural que da pie a este maniaco-depresivo comportamiento irracional. ¿Dónde está la esencia de este continente de “la esperanza” con raíces cristianas y valores humanos de consistencia intemporal? ¿Dónde está la familia? ¿Dónde está la autoridad moral? ¿Dónde está la educación humanista? ¿Dónde están la libertad y la responsabilidad personal?...

El presidente de Chile trata de esquivar el golpe aumentando la burocracia estatal que terminarán pagando los pobres, sin duda. Pero debería saber que sin valentía, de todos modos irán por él los persistentes e incansables titiriteros de este fogoso espectáculo.

Hace falta más coraje para plantarse como personas libres, como comunidad, como nación ante los pirómanos. Hace falta detener el derramamiento de combustible que da pie a los incendios ideológicos de nuestro tiempo. Somos nosotros, en primera persona, quienes debemos cuestionarnos nuestro anestesiamiento moral, nuestra dejadez intelectual, nuestra cobardía y apatía. ¿Qué propuestas alternativas les estamos dando a nuestros jóvenes para despertar en ellos el deseo de bien y verdad, guiándolos por caminos civilizados de convivencia social? Con más de lo mismo, solo conseguiremos agravar el descontento. Hace falta poner en juego nuestra humanidad, nuestra creatividad, hace falta arriesgar para educar contra la corriente del odio y la anarquía, y construir voluntades fuertes, arraigadas en valores, capaces de tomarse la libertad más en serio para obrar el bien, aunque impliquen sacrificios. ¿O como cultura nos resignaremos tan solo a ir muriendo quemaditos en este infierno?

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