19 may. 2025

Educación sexual o adoctrinamiento

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Foto: Infofabe

En la ciudad de Cuenca, España, un grupo de niños del Jardín, de entre 4 y 5 años, se disfraza de niñas, con pelucas, falda y maquillaje. La maestra les pregunta cómo se sienten vestidos de mujeres y qué les gustaría ser. En la localidad de Tigre, Argentina, una madre denuncia que su hijo de 5 años fue obligado a desvestirse y autoexplorarse en la sala, junto a otros compañeros, como parte de las actividades obligatorias exigidas por el Gobierno en el marco de la Ley 26150 de la Educación Sexual Integral (ESI). Una denuncia de abuso sexual está en trámite.

Por las redes circulan videos de chicos argentinos, de 6 y 7 años, gritando consignas como “No hay cuerpo equivocado, eso es puro patriarcado” y “Los pollitos dicen pío y los transexuales, este cuerpo es mío”. Un despropósito.

En Canadá, Noruega y Suecia, entre otros países, el Estado ya tiene la potestad de sacar de sus hogares a los niños de familias que se opongan a la educación sexual con enfoque LGTBI. Sin dudas, algo no está bien.

Estos programas educativos y leyes muy cuestionables, que tienen sus adeptos “progresistas” en Paraguay, llegan como enlatados y moneda de cambio en países en desarrollo, sin previa consulta.

Algo no está bien, repetimos. Porque una cosa es presionar a un adulto, exigirlo, pelear con él. Pero, otra muy distinta es ingresar al ámbito de la niñez e imponer temas, sin considerar las condiciones y realidades propias de la edad, la cultura, el contexto familiar y afectivo, y, más grave aún, sin el consentimiento pleno de los padres o tutores.

Una cosa es la educación sexual integral, importante y necesaria, basada en datos de la ciencia, la biología, la medicina, la genética, entre otras disciplinas, pero otra muy distinta es instalar contenidos que desprecian datos científicos y se sustentan solo en percepciones sicológicas y emocionales.

Organizaciones de la sociedad civil expresan su crítica a esta imposición, que en vez de educación seria y académica, tiene un perfil más de adoctrinamiento, es decir, se busca instalar principios de una determinada creencia o doctrina.

La presión es fuerte, pues estos modelos son impulsados con apoyo de las Naciones Unidas, agencias internacionales de cooperación, además de grandes fundaciones que financian proyectos en nuestro país. Pero lo grave es que se trata de una agenda con sesgo totalitario, pues, no se plantea como opción sino como imposición, como ya ocurre en los países mencionados más arriba.

Se trata de un modelo cultural de tinte totalitario que busca por todos los medios instalarse en los países, y Paraguay no es la excepción. Un proyecto que ataca la libertad de educación y de expresión.

Así lo señala también la neurosiquiatra y sicoterapeuta infantil Mariolina Ceriotti en un artículo en Avvenire, explicando que dichos países, desde la educación infantil y primaria se obliga a los niños a cuestionar su sexo y se sugieren prácticas sexuales con ellos mismos o con otros niños. Advierte, además, que estos contenidos pueden “perjudicarles gravemente” en su estabilidad emocional, aparte de violentar –en muchos casos– la formación moral recibida en su hogar. Se advierte en la nota del daño que puede ocasionar el trasladar a los niños conceptos y teorías que no pueden comprender, pero perturban su comprensión del mundo y de las relaciones personales.

El bien supremo del niño debe regir toda actividad en el ámbito educativo y cultural. Y en este contexto, el papel de las familias, de los padres o encargados debe ser valorado y respetado. Es algo básico.

Una sociedad sana no se construye “educando” a la fuerza sobre ideas confusas y relativistas, sino en el uso adecuado de la razón, en el afecto que afirma la personalidad; respetando las individualidades, etapas y contextos de cada niño. Ya luego serán adultos y tomarán sus caminos. Por de pronto, tengamos claro que con la mente y la inocencia de los niños no se juega.