Sin embargo, al cruzar su portal, el visitante entra en un túnel del tiempo, donde nada parece haber cambiado. Allí, siguen las paredes originales, los bancos de madera, los carteles antiguos. Todo aparece como estaba hace más de un siglo. Solo el silencio y el polvo susurran el tiempo que ha pasado por sus interminables rincones.
El Cine Cañisá formó parte de un complejo conocido como Cañisá Hermanos, que incluía un almacén de ramos generales, un bar restaurante y, por último, el cine. Fundado por el inmigrante catalán José Cañisá, este espacio fue mucho más que un emprendimiento comercial, sin pensarlo se volvió un verdadero centro cultural y social para la comunidad de Trinidad y sus alrededores, que hasta la fecha lucha por ser el escenario de obras de teatro y abrir el telón para cintas que marcaron la época dorada del cine.
Un cine de barrio con alma
Las primeras funciones comenzaron a principios del siglo XX, cuando un chileno de apellido Morales alquilaba un espacio dentro del almacén para proyectar películas mudas en blanco y negro.
“Los vecinos más antiguos recuerdan con mucho cariño las primeras funciones, que las realizaba Morales con un equipo ambulante que traía un generador y un baúl lleno de películas mudas en blanco y negro”, cuenta Marta Cañisá.
La iniciativa tuvo tanto éxito que don José decidió construir un salón anexo con capacidad para 400 personas, ventiladores de pared y una campana que anunciaba el inicio de las funciones.
“El público llegaba incluso desde ciudades vecinas, atraído por los estrenos, las matinés y los clásicos de Semana Santa como Vida, pasión y muerte de Jesucristo, que desataban el llanto colectivo”, recuerda.
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La programación se anunciaba con zancos, afiches, parlantes en la puerta o incluso en un camión Ford T que recorría las calles con música y locución. En los años dorados (1940-1960), el Cine Cañisá proyectaba películas mexicanas, argentinas, westerns, musicales y los inolvidables filmes de Charles Chaplin.
Dormido, pero nunca olvidado
El cine cerró sus puertas hace décadas, pero el edificio fue celosamente cuidado por la familia Cañisá. “Cuando volvimos a entrar, estaba todo como lo dejamos, como si el tiempo se hubiera detenido”, relatan.
Hoy, el espacio aún conserva su estructura original y los objetos que lo habitaron, aunque reclaman a gritos una restauración que les devuelva su esplendor.
En 2024, gracias al programa Atyguasu - Fondos para la Cultura, el Cine Cañisá volvió a encender sus luces con una serie de actividades culturales: proyecciones, feria de artesanía, festival navideño. La experiencia fue exitosa y reavivó el interés del público por el tesoro escondido.
La familia sueña con convertir el lugar en un centro cultural autosustentable, donde puedan desarrollarse talleres, muestras, festivales y ciclos de cine paraguayo.
También buscan recuperar el resto del complejo (almacén y restaurante), apelando al apoyo de instituciones públicas, empresas y ciudadanía en general para lograrlo.
Más que un cine: Un acto de resistencia
El caso del Cine Cañisá va más allá de la nostalgia. En un barrio cada vez más golpeado por la especulación inmobiliaria, donde muchos habitantes han migrado y las antiguas casas han sido reemplazadas por edificios, este espacio representa una resistencia activa contra el olvido.
“Trinidad está perdiendo su identidad. El Cine Cañisá es uno de los pocos lugares que aún conservan la memoria del barrio”, señala Marta Cañisá con firmeza. Por eso, abrir sus puertas al público no solo implica recuperar un edificio, sino revitalizar un tejido comunitario.
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Futuro que se proyecta
Entre los planes a corto plazo están la realización de nuevas actividades culturales y la ampliación de la programación. A largo plazo, el objetivo es lograr la restauración completa del complejo y convertirlo en un faro cultural abierto a la comunidad. El lugar está disponible para alquiler y colaboración, y todas las novedades se comunican a través de su cuenta en redes sociales: @cinecanisa.
“Preservar el patrimonio histórico no es mirar atrás con nostalgia, sino construir identidad y pertenencia (…) Invitamos a todos a acercarse, conocer el lugar, compartir fotos, recuerdos, y ser parte de esta historia que aún tiene mucho por contar”, finaliza Cañisá.