Por Enrique V. Cáceres Rojas
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El deterioro del medio ambiente es una cuestión permanentemente debatida pero sin atisbos de solución. Parece ser que hasta ahora nadie ha tomado la debida conciencia del suicidio masivo al que se somete la especie humana cuando destruye el ambiente. Reconocidos científicos de los principales centros de investigación del primer mundo coinciden en que la mayor causa de mortandad humana se debe a enfermedades que tuvieron su origen en el maligno cambio de las condiciones ambientales. Algunas conclusiones de estos investigadores señalan que los más acuciantes problemas que requieren de urgente atención para intentar recuperar lo poco sano que queda en el ambiente se encuentran en: 1) El impacto adverso en el clima mundial del llamado “efecto invernadero” causado por las crecientes emisiones de bióxido de carbono; 2) La destrucción de la capa de ozono y el consiguiente riesgo para la salud por el incremento de la radiación ultravioleta; 3) La desaparición del bosque tropical y con ello la merma considerable de la capacidad de recuperación de oxígeno de la atmósfera; 4) La acumulación incalculable de desechos altamente tóxicos; 5) La destrucción de la capa vegetal en extensas zonas del planeta... Y la lista puede resultar interminable. Pero sin ir tan lejos, la actual epidemia del dengue –la más grave y mortal de los últimos tiempos que afecta a nuestro país–, tiene vinculación directa con la destrucción del medio ambiente. Y esto es así porque su principal transmisor, el mosquito aedes aegypti, a pesar de su origen africano, se ha expandido aceleradamente en las últimas décadas hacia nuestra región debido a situaciones ambientales, principalmente a causa de la deforestación. Si bien es cierto que los fenómenos de la destrucción del ambiente pueden asociarse a muchos de los sistemas productivos utilizados en la actualidad, sin embargo, los recursos naturales a nivel global son bienes públicos. Dicho con otras palabras: recursos naturales que deben estar libre y sanamente disponibles para todos, al servicio y para beneficio individual de la población global de modo que nadie en particular restrinja su uso. De no ser así, su excesiva explotación para beneficio económico personal terminará por agotarlo a largo plazo. No quedan dudas entonces de que el medio ambiente es un fenómeno de alta complejidad donde las relaciones de este con la salud y la calidad de vida adquieren una trascendencia cada vez mayor. Y es así que la calidad del agua, del aire, de la tierra y el contacto con la naturaleza impactan directamente en la calidad de vida de las personas, afectando procesos básicos de salud. En consecuencia, el concepto de calidad de vida está íntimamente relacionado con el concepto de salud humana y con la necesidad de promover una educación ambiental con proyección social y comunitaria. Y este es el otro gran desafío para quienes tienen la delicada misión de diseñar, implementar y gestionar la reforma educativa en todos sus niveles.